domingo, 1 de septiembre de 2013

VUELO 937 Capítulo 3

Sobrevivir en una ciudad extranjera lejos de tu casa sin conocer absolutamente a nadie siempre ha sido uno de los retos más importantes a los que alguien puede hacer frente. Imaginaros, pues, si la distancia que os separara de vuestro hogar no fuera sólo espacial, sino también temporal. Es un verdadero caos, una locura, y más si has de preocuparte también por camuflarte, por parecer una auténtica ciudadana de esa época sin llamar la atención.

Con todo esto, podéis imaginaros cómo fueron las primeras semanas que pasé en el Londres de 1967. Cuando salí del pequeño apartamento al que me habían llevado los vigilantes con un fajo de libras esterlinas acuñadas antes o durante los meses que llevábamos del 67 con la “misión” de buscarme un sitio digno en donde vivir, supe por primera vez en mi vida lo que era la soledad más absoluta. No había nadie, absolutamente nadie, con el que pudiera contactar, ni tan siquiera por teléfono; nadie al que le pudiera contar nada acerca de la locura en la que me había visto metida de repente; nadie con quien compartir mi desesperación al saber cuál sería, seguramente, la fecha de mi muerte. Estaba sola, en una época y en una ciudad desconocidas, y tendría que salir adelante como pudiera, sin apoyos, sin amigos, sin familia, sin nada.

No fue fácil convencerme a mí misma de que aquello debería pasar por mis manos, de que o me hacía a la idea de que lo que me había pasado era real o acabaría mal, muy mal. No fue fácil, digo, pero lo hice. Fue entonces cuando después de pasarme noches enteras llorando en una pensión de mala muerte, autocompadeciéndome de mi desgracia, recibí una visita.

Greg, el vigilante, con su sempiterna sonrisilla de loco, se plantó en mi habitación un día a las siete de la mañana. No tenía ni idea de cómo me había encontrado, aunque esos detalles, en él, pronto dejarían de sorprenderme. Greg siempre me encontraba y, lo que era aún más inquietante, siempre parecía saber qué era lo que había hecho.

-Te traigo un regalo, Briseida.-dijo sin más, plantado ante la puerta de mi habitación.-¿No vas a dejarme pasar?

Le dediqué una mirada sorprendida y me hice a un lado para que entrara en mi habitación. A decir verdad, no sabía muy bien si aquella aparición era real o si se trataba de un sueño.

-No hace falta que lo preguntes, muchacha. No te voy a contestar.-dijo antes de lanzar una de sus risitas mientras se sentaba en la única silla de la estancia.-Por cierto, deberías hacerte la cama.

-¿Preguntar el qué?

-Vamos, Briseida, no te hagas la tonta… Preguntarme el cómo te he encontrado.-sonrió.-Sé que sientes curiosidad, pero no te lo puedo contar. Así que no hace falta que me lo preguntes.

El hombrecillo se encogió de hombros en su silla antes de empezar a silbar distraído. Sin dejar de mirarle y asimilando que aquello no era un sueño para nada, me senté frente a él, justo al borde de mi cama.

-¿Qué es lo que quiere?

Mi pregunta pareció hacer reaccionar a Greg, que dejó de silbar de repente.

-¡Ah, claro!-exclamó hurgando en el bolsillo interior de su chaqueta.-¡El regalo! Discúlpame, he pasado una noche movidita y ando un poco despistado.

Greg sacó del bolsillo un sobre blanco, de tamaño medio, y me lo tendió. Me quedé mirándolo con desconfianza hasta que el hombre lo blandió ante mí de nuevo. Entonces, lo agarré.

-Ábrelo.-me ordenó Greg.

Dudosa aún, rasgué la parte de arriba con cuidado y saqué de él un pequeño fajo de documentos atados con una cinta.

-Ahí tienes tu documentación, muchacha.-dijo el hombre antes ni siquiera de que yo fuera capaz de poder adivinar qué era aquello que me había dado.-Tienes un Documento de Identidad español, un pasaporte, y una partida de nacimiento. Aunque obviamente todo es falso, no has de preocuparte para nada: nadie te va a pillar nunca en tu vida.

Sin decir nada, desaté la cintita y miré mi documentación nueva, la documentación que contenía mi nueva identidad. Mi nombre y mi primer apellido continuaban siendo los mismos, al igual que la fecha de mi cumpleaños, el 9 de abril. Los únicos cambios que había en mi nueva yo eran el segundo apellido, que había quedado sustituido por un corriente Martínez; mi lugar de nacimiento, que ahora era Barcelona; y, obviamente, el año en el que había nacido, que de 1987 pasaba a 1941. Eché un cálculo rápido y  comprobé que mi edad verdadera, 26 años, era exactamente la misma que constaba en mi recién adquirida documentación. Al menos habían respetado bastantes cosas.

-¿Te gusta mi regalo?-preguntó Greg al cabo de unos segundos.-Una identidad nueva y flamante que estrenar y, además, cortesía de la casa. No te quejarás: entre esto y el dinero que te dimos cuando llegaste para que fueras tirando…

-Gracias.-me limité a contestar. Lo cierto era que no sabía ni qué decirle, aquello era todo todavía demasiado desconcertante.

El hombrecillo soltó una risita histérica antes de contestarme nuevamente.

-Ahora ya estás lista para iniciar de verdad tu nueva vida en el 67, Briseida.-dijo finalmente.-Hazme caso, búscate un trabajo  y múdate de este antro de mala muerte, es un asco. Nos iremos viendo. Que te vaya bien.

Y sin más se puso en pie y salió de la habitación tan de repente como había aparecido, dejándome allí sola con mi “regalo”. Suspiré. Tal vez aquel loco tuviera razón. Tal vez debería empezar a buscarme la vida y alzar el vuelo.

Fue así como, después de la visita de Greg reaccioné y, en pocas semanas, monté más o menos mi vida. De este modo, me alquilé un apartamento minúsculo pero acogedor en la zona 2 y conseguí un trabajo de dependienta en una tienda de ropa en el centro. Era plenamente consciente de que aquello no era el empleo de mi vida, pero por algo se empezaba. A fin de cuentas tendría que sobrevivir allí y el trabajo no era tan diferente a los que yo, pese a mi carrera de Traducción, habría podido aspirar en el Londres del 2013.

Pese a las bajas expectativas puestas en aquel empleo desde un primer momento, el trabajo no me resultaba en absoluto desagradable; al contrario, incluso me gustaba. Quizá aquello también fue debido a mi compañera de trabajo, Anna, una chica parlanchina y simpática a más no poder que se alegró muchísimo de que los jefes decidieran contratar a alguien más para la tienda, a la que se le estaba haciendo muy difícil de atender ella sola en los últimos meses después de que empezara a ponerse de moda. Lo cierto es que hicimos muy buenas migas enseguida y que pronto se convirtió en la única persona a la que podía considerar amiga en aquella inmensa ciudad, aunque no nos viéramos nada más que durante nuestras horas de trabajo en la tienda.

Como yo, Anna era nueva en Londres. Había llegado de Liverpool, de donde era, hacía apenas unos meses y había encontrado el trabajo y un apartamento donde vivir casi enseguida gracias a “un buen amigo” que ya estaba establecido en la ciudad desde hacía algunos años. Como decía ella, aquella pequeña ayuda le había facilitado muchísimo las cosas.

-Maldita sea. Creo que me voy a ahogar aquí mismo.

Miré a Anna y sonreí. Efectivamente, la pobre parecía realmente agobiada con el calor que estaba haciendo aquella mañana de finales de junio.

-Vamos, mujer, no seas exagerada…-dije en tono de broma más que nada para pincharla mientras recogía la ropa que se habían dejado en uno de los probadores.-Esto ni es calor ni es nada.

-Tú estás acostumbrada a las temperaturas altas, señorita del sur, yo no.-me contestó ella dedicándome una sonrisilla burlona.-En Inglaterra nunca hace este bochorno en esta época. Si muero por un golpe de calor, por favor, di que quiero que me entierren en mi Liverpool natal.

No pude reprimir soltar una sonora carcajada ante la broma de Anna. Cosas como aquellas hacían que me cayera tan bien.

-¿Y no preferirías que te enterráramos aquí, en Londres?-le seguí la corriente.-Así yo podría ir a ponerte flores y todo eso.

-¿Y pasarme el resto de la eternidad rodeada de estirados sureños de la capital? Olvídalo.-contestó poniendo una mueca de fastidio que volvió a hacerme reír.-Dejadme con la ruda gente del norte, por favor. Y tú, si quieres ponerme flores, te pillas un tren y vas a Liverpool.

-Muy considerada…-le contesté yo sacándole la lengua.-Aunque tranquila, te vas a quedar con ganas, chica del norte. Aún no he conocido a nadie que se haya muerto por la sofocante temperatura de… ¿veintiocho grados? ¿Veintinueve?

-Ríete de mi poco aguante, Briseida, pero como me dé algo te vas a morir del susto…-rió Anna mientras venia adonde estaba yo y me ayudaba con la ropa.-¿Sabes? Vengo pensándolo todo el día… Si mañana seguimos con este calor había pensado en irme a pasar la tarde al Heath.

-¿Al Heath?-pregunté extrañada. Pese a que ya llevaba casi un mes en Londres, aquello no me sonaba de nada.

-Al Hampstead Heath.-me aclaró Anna.

-Me quedo exactamente igual.

-¿No sabes lo que es?-se extrañó ella.-Es un parque enorme de aquí de Londres. Tiene incluso lagos donde te puedes bañar, está muy bien.

-Pues jamás había oído hablar de él…

-Ahora ya lo has hecho.-me contestó Anna guiñándome un ojo.-Y bien, Briseida… ¿te apetecería acompañarme mañana al Heath y conocerlo?

-¡Por supuesto que me apetece!-dije con efusividad.-Sería genial.

Anna me dedicó una amplia sonrisa al ver mi reacción. Lo cierto era que había sonado como una niña ilusionada a la que sus padres le prometen ir al parque de atracciones al que lleva deseando ir toda su vida, pero me daba igual. A decir verdad, tal vez estuviera incluso más ilusionada: por fin iba a salir con alguien a algún sitio desde que me había establecido allí.

-Pues mañana por la tarde cancela tus planes.-dijo Anna, risueña.-La recién llegada a Inglaterra va a salir de excursión.

******************************************
Jueves, 9 de abril de 1987
Londres

El ruido de la puerta de casa al abrirse hizo que levantara la cabeza del hombro de John y mirara con una sonrisa un tanto amarga en dirección al pasillo. Mis hijos acababan de llegar del instituto.

-¡Ya estamos en casa!-exclamó la voz de Julie justo antes de que ella y sus dos hermanos aparecieran en el salón.

-¡Felicidades!-dijeron casi al unísono los tres nada más me vieron.

Los miré y sonreí, intentado disimular a toda costa mi inmensa tristeza. John, por su parte, hizo lo mismo, aunque se le notaba a la legua que estaba distante y taciturno. Ojalá ninguno de mis hijos notara nada.

-Gracias, chicos.

Julie  se acercó y me dio un beso en la mejilla. Matt también lo hizo, pero con más timidez. A sus trece años se le hacía bastante difícil eso dar muestras de cariño a sus padres por miedo a parecer el niño que no quería ser pero que muy a su pesar seguía siendo. Alex, por su parte, se limitó a esperar pacientemente a que sus dos hermanos pequeños hicieran sitio para acercarse él.

-Mamá…-me dijo plantándose frente a mí.-Creo que tienes algo en la cara… Aquí, a la altura del ojo… ¡Oh, no, son arrugas!

No pude evitar soltar una carcajada sincera. Era la primera vez que reía en todo el día y la verdad era que lo agradecía.

-Eres un tonto, Alexander.

Alex soltó una risita entre dientes divertido a la vez que me abrazaba y me daba un beso en el pelo. Con dieciocho años recién cumplidos era ya incluso más alto que su padre, aunque para mí continuara siendo un niño.

-Felicidades, vieja.-bromeó antes de soltarme de nuevo.

-¿Y cómo se llevan los cuarenta y seis?-preguntó Julie risueña cuando se acabó el turno de las felicitaciones.

-Aún no tiene cuarenta y seis, Julia. Faltan unas horas para eso todavía.-le contestó John con una seriedad que seguro que no había querido demostrar antes incluso de que a mí me diera tiempo a reaccionar.

-Vamos, papá…-rió nuestra hija sin tomárselo en cuenta.-Hoy es su cumpleaños y aunque aún falten unas horas para que cumpla exactamente los cuarenta y seis, a ojos de todos ya los tiene.

-Julie tiene razón, cariño.-sonreí yo intentando quitarle hierro al asunto.-No nos vamos a poner ahora exquisitos, ¿no crees?

Le apreté la mano a  John, en un gesto que intentaba tranquilizarle, o evadirle, o qué sé yo. Él simplemente se limitó a sonreír, aunque triste, dándose cuenta tal vez de que su comentario había estado completamente fuera de lugar. Sabía perfectamente lo que estaba pensando porque yo tampoco me lo podía quitar de la cabeza. Y es que, en el momento exacto en el cumpliera los cuarenta y seis, a las once de la noche en España y a las diez de Londres, posiblemente moriría. Era así de simple, así de desesperante y así de cruel.

-¿Y qué le has regalado este año, papá?-preguntó Matt lanzando un sonoro gallito en la última sílaba que le hizo enrojecer de pura vergüenza.

-Aún no le he regalado nada.-se limitó a responder John mirándolo.

Pero mentía. Y es que, aunque no me hubiera regalado nada material como el resto de los años, aunque ni siquiera hubiera podido plantearse eso a sabiendas de lo que seguramente podía pasar ese día, John me había hecho el mejor de los regalos que nadie puede recibir jamás: estar a mi lado en esos momentos y brindarme la noche más llena de amor y dulzura que me había dado jamás pese a que estuviera completamente destrozado.

-Ah…-masculló Matt.-Como siempre se lo das a las doce en punto de la noche…

-Esta vez no, cariño.-contestó sombrío John aunque, inmediatamente se recobró y le dedicó una media sonrisa.-Esta vez es diferente.

-A saber qué tramas, Johnny…-dijo Julie utilizando su nombre en lugar del habitual “papá”. Siempre que quería pincharlo hacía eso y, esa vez, me alegré muchísimo de que lo hubiera hecho. Al menos, así, John esbozó también una sonrisa con sinceridad por primera vez desde hacía muchas horas, podría decirse que incluso días.

-No te angusties, mamá.-intervino Alex divertido.-Aunque el desagradecido de tu marido no te haya regalado nada…

-Aún.-le cortó Julie riendo.

-Vale bien, como iba diciendo, aunque el desagradecido de tu marido no te haya regalado nada… aún, puedes dar gracias a que tienes tres soles de hijos que sí que te han preparado un regalito.

-¡Cierto!-exclamó Matt poniéndose en pie de un salto.-Voy a por él.

Le dediqué una mirada cargada de amor mientras salía por la puerta y, después, miré del mismo modo a Alex y a Julie. Tenía a las personas que más quería en el mundo a mi alrededor. Debería haber tenido motivos para ser más que feliz, pero la angustia de que quizá no los volviera a ver más en pocas horas era más fuerte que todo eso.

Matt apareció de nuevo por la puerta, portando un paquete de tamaño considerable en sus manos.

-Toma.-me dijo tendiéndomelo con una inmensa sonrisa pintada en la cara.-Ábrelo.

Agarré el paquete, pulcramente envuelto seguramente por las manos de Julie, y empecé a abrirlo con cuidado bajo la mirada impaciente de Matthew. No pude evitar soltar una risita entre dientes al ver lo nervioso que estaba. De hecho, sabía que estaba haciendo un esfuerzo colosal por no quitármelo de las manos y abrirlo él mismo rompiendo el papel de manera rápida.

Acabé de abrirlo pacientemente y descubrí el contenido del paquete, un inmenso álbum de fotos que sabía, seguro, que no iba a estar vacío.

-Pensamos que tal vez esto te podía gustar más que cualquier cosa que te compráramos.-me dijo Julie.-Hemos ido recogiendo fotos nuestras de un montón de sitios y las hemos ido pegando…

-Y debajo de cada una hemos escrito lo qué pasó en ese momento.-añadió Matt orgulloso.

-Nos ha llevado mucho tiempo y muchas visitas a casa de vuestros amigos.-sonrió Alex.-Venga, ábrelo, a ver si te gusta.

Con las manos temblorosas, lo abrí y empecé a ojearlo: ellos recién nacidos,  celebraciones de cumpleaños, fotos de viajes… Tantos recuerdos juntos y tantos sentimientos… Lo cierto era que aquello era un golpe emocional muy fuerte, demasiado duro para mí en aquellos instantes, y sin darme cuenta ni siquiera de que estaba llorando, sentí un líquido cálido corriendo por mis mejillas abajo.

-¿Por qué lloras?-se extrañó Matt.

Pese a que hice un enorme esfuerzo por responderle, no pude. Afortunadamente, John salió en mi salvación y respondió por mí.

-Se ha emocionado.-contestó con voz suave antes de rodearme con su brazo y apretarme contra él, fuerte.

Respiré profundamente e intenté calmar aquel llanto silencioso y los miré, a todos.

-Es perfecto, chicos.-susurré.-Es perfecto. Os quiero muchísimo.

********************************************

El ruido del teléfono me pilló por sorpresa mientras estaba preparando algunas cosas para salir esa tarde con Anna. No recibía llamadas de nadie y si tenía teléfono era porque iba incluido en el alquiler del apartamento, así que respondí sin muchos ánimos, pensando que sería cualquiera que se habría equivocado de número.

-¿Sí?

-¿Briseida? Soy yo, Anna.

-¡Anna, hola!-respondí con una mezcla de alegría y extrañeza. Nos habíamos dado nuestros números de teléfono el día antes por si surgía algún imprevisto para esa tarde. Ojalá no quisiera cancelar nuestros planes: la verdad era que tenía muchísimas ganas de salir, aunque fuera a un parque.-¿Qué tal?

-Pues… bien.-contestó algo dubitativa, cosa que me hizo ponerme en lo peor.-Verás, llamaba para comentarte algo sobre lo de esta tarde…

-Ah, sí. Tú dirás.

-Pues… Es que me ha llamado un amigo. Bueno, sabes quién es de oídas: el chico que me ayudó a establecerme en Londres, ¿te acuerdas?

-Sí, sí, claro que me acuerdo.

-Pues resulta que me ha invitado esta tarde a su casa y ha insistido muchísimo. Hace mucho que no lo veo y…

-Ah, ya… Entiendo.-mascullé decepcionada.-No te preocupes, ve. Nosotras ya quedaremos otro día.

-Ey, ey, no.-me interrumpió ella con una risita.-Tú y yo habíamos quedado desde antes, yo no anulo citas, Briseida. Se lo he comentado y me ha propuesto que te vengas tú también. Tiene piscina y todo eso, así que a fin de cuentas los planes no cambiarían tanto exceptuando que habrá más gente… Eso, claro, si a ti te apetece, por supuesto.

-Pues claro que me apetece.-contesté sin poder evitar esbozar una sonrisa aliviada después de escuchar aquello.-Además, cuantos más seamos, mejor lo pasaremos, ¿no?

-Eso mismo opino yo.-respondió Anna evidentemente feliz por mi respuesta afirmativa. Pero, de repente, volviéndose más sombría, añadió:-Oye, Briseida… ¿Puedo preguntarte algo?

-Claro.-contesté intrigada.-Adelante.

-Jamás hemos hablado de esto, pero… ¿te gustan los Beatles?

No pude evitar soltar una carcajada ante la pregunta. La verdad era que a juzgar por su tono de voz había esperado que me preguntara cualquier otra cosa seria, no una pregunta tan casual.

-Claro.-dije sin más.-A todo el mundo le gustan los Beatles, ¿no?

-Pero… ¿te gustan así como mucho? ¿De eso de ir a conciertos y gritar y llorar y esas cosas?-preguntó ella con un hilillo de voz.

De no ser porque Anna parecía estar preguntando aquello completamente en serio, de buen grado hubiera soltado otra risotada. ¿A qué venía todo aquello?

-¿Me ves a mí con cara de ir a llorarles y a gritarles a cuatro tíos?

-No, pero nunca se sabe…-masculló ella.-Entonces… ¿me prometes que no eres ninguna fan histérica ni nada de eso?

-Anna…-dije extrañada.-¿A qué viene todo esto?

La escuché soltar un sonoro suspiro antes de responder al otro lado de la línea.

-Es que…-dijo finalmente.-Esta tarde vas a ir a la casa de uno de ellos.

-¿Qué?-casi exclamé yo.

-Es mi mejor amigo desde que éramos unos críos y se porta muy bien conmigo, ya lo sabes.-continuó Anna.-Siento el interrogatorio, Briseida, sabía que tú no serías de esas, pero es que simplemente quería asegurarme de no meterle a una fan histérica en su casa… ¿Todavía te hace el plan de esta tarde?

-Claro que hace el plan.-dije aún alucinando por lo que me acababa de decir.-Vaya… ¿me estás diciendo que voy a conocer a uno de los tíos más famosos de nuestros tiempos?

-Quizá a más de uno, no lo sé. Pero pese a famosos, ya verás que son de lo más normales, te lo aseguro.

-No lo dudo. Son de carne y hueso como todo el mundo.-contesté en tono tranquilizador, intentando dejarle claro con aquella frase que no iba a montarle ningún espectáculo delante de su amigo.

-No sabes lo que me alivia oírte decir eso.-suspiró Anna.-Por cierto, sobra decirlo pero… no lo cuentes por ahí.

-Descuida, soy una tumba.

-Tampoco hace falta eso.-rió Anna más relajada.-Y bueno… quedamos a la misma hora que habíamos quedado, ¿te parece?

-Perfecto.

Nos despedimos y colgué el teléfono aún un poco desubicada. Jamás me había considerado una fan acérrima de The Beatles, aunque me gustaba su música y debía de reconocer que eran uno de los iconos más grandes del siglo. Y ahora, así, de repente, me encontraba con que iba a conocer al menos a uno de ellos en unas pocas horas. No pude evitar soltar una risita antes de dejarme caer en uno de los sillones del comedor: aquello, sin lugar a dudas, era entrar en la década de los 60 por la puerta grande.





Hola de nuevo! Pues bien, hasta aquí el tercer capítulo. Espero que os haya gustado y que no se os haya hecho demasiado pesado. Supongo que sobra decir que en el próximo capítulo tenemos unas cuantas incorporaciones estelares al fic, jejeje. Por cierto, mi Anna, mi querida Anna (que bien la podríamos llamar María, por poner un ejemplo, jajaja) ha salido ya! Vamos con esa liverpudlian! 
Y una cosa antes de irme: gracias, muchas gracias a todas las que habéis leído y sobre todo comentado el capi anterior. Me alegra ver que os va gustando, así que espero no decepcionaros!
Saludos y hasta el cuarto!
Besos!




3 comentarios:

  1. Sí, sí, por poner un ejemplo me pueden llamar María, o Gallo, o sino OHHH GALLO! Oh Gallo de vuelo bajo que canta en las mañanas y sacude sus plumas y se saca los piojillos y....Bueno, basta. Te aseguro que voy a tener 90 años y cada vez que escuche un “Oh...” me voy a matar de risa hasta que salga volando la dentadura postiza.
    Todo esto no sé qué tiene que ver con tu ilustrísimo fic (Ohhh fic! BASTA!) pero se me hace necesario decirlo.
    Primero que nada, quiero agradecerte que me hayas puesto ahí. Ya sabés que para mi es un honor así de grande, y que me muero de amor por eso jaja. Sos un flancito amoroso! Así que eso, que muchas gracias por poner una Anna en la vida de Briseida. Anna Anna ananá!
    Y ahora sí, a lo que importa! Voy a destacar la “amabilidad” de Greg and company por darle plata y documentación a Briseida. Por lo menos no la largaron al mundo así, como vino, y ha podido encaminarse mas o menos. El tema es que igual me parte el alma, porque vos (sí, VOS) escribís tan bien que me hacés vivir todo y meterme en el relato de tal forma que sufro como un bicho, por lo tanto toda esa sensación de soledad extrema y desamparo...Uffff, es muy fuerte.
    Lo mismo digo sobre la parte del ’87. Voy a decir algo, cada vez que llega esa parte, me siento (del verbo sentarse XD) bien, entrecierro los ojos, respiro profundo y me “preparo” por así decirlo, para cambiar de tiempo. No sé si me explico, pero no importa jaja. Te decía que en esa parte también me meto de tal forma que me angustio. Pero dejo de hablar de mí, que eso es feo. Veo que Briseida ha formado una preciosa familia, y tiene tres pibes de lo más amorosos. Eso muestra que ella, ha podido rehacer su vida en el nuevo tiempo en el que cayó. Ahora la duda que me carcome la neurona es ¿QUIÉN ES JOHN? Jajaja, mis antenas me dicen que es el John que espero, pero como con vos, Cloquell de mi alma, nunca se sabe, sos una caja de sorpresas...
    Bueno, más que intrigada quedé, pensando en qué va a pasar. Espero con toda mi alma que no pase lo peor, pero sino pasa....¿qué pasa? Sí, son muchos “pasa” en la misma oración, pero es que se me enredan las ideas, me pongo como loca!
    Y Anna llamando para invitarla a la casa del “amigo”. Decime quién es el amigo porque me da algo acá mismo, mientras escribo este comentario. Dios...¿quién es? ¿Y qué pasará durante esa tarde? Me contestarás que todo se sabrá en nuestro próximo capitulo *léase con voz de televisión* pero es que a la intriga que me invade no le puedo hacer entender que tiene que esperar. Son muchas cosas que se tienen que resolver, o lo que sea, en el próximo, asi que estará buenísimooo, tanto como este, porque eso, me olvidé de decirte que el capitulo estuvo G-E-N-I-A-LLLLLLLL. Como siempre, tu fic es exquisito, tan exquisito que me lo comería. Bueno, no.
    Y ahora, querido flancito, te voy a dejar, diciéndote que espero con muuuucha ansiedad el próximo capitulo!
    Muchos besos,
    Anna.
    Que también es María. O Luján. O Gallo.

    ResponderEliminar
  2. P/D1: nuevamente debo informarte, (porque es bueno que estés informada) que escribís DE PUTA MADRE.
    P/D2: Mañana lunes comienza el ahorro intensivo para comprarnos los CD’s, estás de acuerdo? Bueno, yo sí jaja.
    P/D3: Hoy no hay bendiciones. Maharishi descansando, no molestar.
    P/D4: Soy muy bruta y no te promocioné en el fic de Mercy. Ojalá me atropelle un submarino amarillo.
    P/D5: Es increíble que aún no haya usado la escoba. Se nota que el fic recién empieza jajaj. Podría pegarle a Greg, pero me pasa algo raro con él, creo que estoy enamorada. Mentira!!! No sé, como que el tipo es un re heavy re jodido, pero también bueno. Ya sabré a medida que avanece el fic jeje.
    P/D6: Ahora sí me voy! Adéu!

    ResponderEliminar
  3. perfecto!! me está gustando bastante, muy bien desarrollada ehh!! cuando logre terminar una de esas historias que escribo la publicaré, lo juro! Sólo me hace falta tener más práctica creo. Anna suertuda que es amiga de un Beatle desde que eran niños!

    ResponderEliminar

¡Comenta!