-Tenemos un problema de los
grandes, Greg.-dijo una voz grave arrastrando las palabras.-Es la primera vez
que ocurre algo así.
Sin ser aún consciente de lo que
me había pasado, abrí los ojos lentamente cuando aquella voz me despertó. Lo
primero que noté fue que tenía la boca seca y pastosa, con un sabor extraño en
ella. Después, me di cuenta de que estaba sentada en un sillón, con las manos
atadas al respaldo, dentro de un habitáculo extraño, sin apenas muebles y sin
más iluminación que la de una bombilla desnuda que colgaba del techo. Y,
además, era obvio que no estaba sola.
Aturdida aún, recordé lo que
había pasado en el aeropuerto y noté como el miedo se apoderaba de mí. ¿Qué
estaba pasando? ¿Qué iba a ocurrirme? No lo sabía, pero tenía la sensación de
que nada bueno viendo las circunstancias en las que estaba.
-¡Ey, Edward!-exclamó de repente
una voz que se me hizo vagamente familiar.-¡Parece que nuestra chica se ha
despertado!
Antes incluso de que pudiera
reaccionar de alguna manera, dos siluetas masculinas se plantaron frente a mí.
Levanté la cabeza y los miré, con una mezcla de miedo y odio. No me costó para
nada reconocer al tal Greg y a su sonrisilla psicótica, el hombrecillo con el
que había hablado en el aeropuerto. El otro hombre, un verdadero gigante
musculado y con una cicatriz en la mejilla que llamaba la atención, era un
completo desconocido para mí.
-Siento lo del cloroformo.-dijo
Greg mirándome antes de soltar de nuevo una risita histérica,
inexplicable.-Pero… Os ponéis muy nerviosos siempre y no hay manera de llevaros
pacíficamente con nosotros… Espero que me comprendas.
-¿Qué queréis de mí?-pregunté sin
más intentando mantener a raya mi creciente nerviosismo.
-Ya te lo dije en el
aeropuerto.-contestó Greg encogiéndose de hombros.-Explicarte las reglas. Estás
en un sitio en el que no debes estar y no puedes hacer ciertas cosas que
acabarían por alterarlo todo.
-¿Pero qué…?
-Como Greg te ha dicho, estás en
1967.-dijo por primera vez el gigante con aquel particular tono de voz.-A veces
ocurre: las puertas se abren y alguien que no debería de cruzarlas, las cruza.
El por qué no lo sabemos, pero viene ocurriendo desde que el mundo es mundo,
por eso nosotros debemos vigilaros para que todo vaya bien.
-Me encanta como se explica
Edward, ¿verdad, Briseida?-dijo Greg ampliando aún más su sonrisa.
Los miré a los dos, entre
asustada y sorprendida. No tenía ni idea de lo que me estaba ocurriendo y,
encima, aquel tal Edward me hablaba de puertas y de vigilantes. Os aseguro que
cualquiera en esa situación sería capaz de enloquecer en el acto.
-No sé qué es lo que está
ocurriendo, ni tampoco qué es lo que quieren de mí.-dije en tono suplicante aún
sin entender nada de todo aquello.-Pero les aseguro que yo no…
El fuerte suspiro de Edward hizo
que interrumpiera mis palabras de forma brusca. Lo miré muerta de miedo,
esperando que aquel hombre me hiciera cualquier cosa. No obstante, el hombre se
dirigió hacia una esquina de la habitación, agarró una silla destartalada, la
arrastró hasta ponerla enfrente mío y se sentó en ella.
-Te lo estamos explicando,
muchacha.-dijo pacientemente inclinándose levemente hacia mí.-Has viajado en el
tiempo; eres una viajera. No estás en
tu época, esto es 1967.
-Pero…-balbuceé yo.-¡Eso es
imposible!
-No, no lo es.-rió Greg
ansioso.-¿A qué es increíble?
-A veces ocurre.-suspiró
Edward.-Todo está conectado: pasado, presente y futuro, son dimensiones
paralelas al fin y al cabo. Es por eso que, en ocasiones, se abren pequeños
agujeros por llamarlos de algún modo por los cuales pueden colarse elementos extraños.
-¡Como tú, querida
Briseida!-exclamó Greg señalándola.-Te has convertido en una nueva Alicia, pero
en lugar de en el País de las Maravillas te has caído en una época distinta a
la tuya.
-Los que son como nosotros se
encargan de vigilar esos agujeros.-continúo Edward haciendo caso omiso a las
palabras de Greg.-Y cuando alguien se cuela por uno, nos encargamos de
“adaptarlo” al mundo en el que ha ido a caer: no se pueden alterar los hechos
futuros, al menos, no los importantes para la Historia de la Humanidad, y, como
comprenderás, alguien que viene de una generación futura, podría hacerlo con
sus conocimientos…
-¿Te acuerdas cuando se nos coló
aquel tipo que se encaprichó con evitar que los padres de Hitler llegaran a
conocerse jamás?-preguntó Greg antes de lanzar una sonora risotada.
-Muy noble por su parte.-contestó
Edward esbozando una sonrisa.-Pero… Eso hubiera alterado demasiadas cosas, lo
hubiera trastocado todo.
-Y tuvimos que pararle los
pies.-contestó Greg poniéndose serio de repente.
Los miré alucinada, primero a
uno, después al otro. Aquello que me estaban contando era una auténtica locura,
sin pies ni cabeza, pero, por alguna extraña razón, algo me decía que estaban
siendo sinceros conmigo.
-¿Qué le pasó?-pregunté vacilante
al cabo de unos segundos.-A ese hombre…
-Murió.-se limitó a contestar
Edward en un tono de voz tan glacial que hizo que los pelos se me pusieran de
punta. No hacía falta ser demasiado listo para adivinar que su muerte no había
sido por causas naturales.
-Pero eso no importa ahora.-intervino
Greg de repente.-Lo que importa es que tú te has colado y que debes saber cómo
funciona el juego. Pero, cuidado,
estas reglas son de obligado cumplimiento. Nosotros, querida, nos encargaremos
personalmente de que no las infrinjas. Y ahora, si prometes portarte bien y
escucharnos atentamente, Edward y yo podemos desatarte de esa incómoda silla y
darte un poco de agua, que supongo que la necesitarás.
Asentí levemente, aún fuera de
juego por completo por lo que aquella gente me acababa de decir mientras Greg
me desataba. Casi instintivamente, me puse a mover los brazos, entumecidos tras
haber estado tanto rato en la misma posición. Después, Greg salió de la
habitación tarareando una cancioncilla que no fui capaz de reconocer.
-Lo primero que has de saber es
lo que te he dicho: nada de causas nobles como las de aquel desgraciado.-empezó
a decir Edward.-La Historia no puede cambiarse, al menos no los grandes hechos.
Pese a que la desgracia que sepas que va a ocurrir sea muy grande, no puedes
evitar una guerra, o un atentado, ni nada por el estilo. Dejarás que todo siga
su curso natural por más que te duela. Esto es importante. Si alteras estos
grandes hechos, alterarías el equilibrio entre presente, pasado y futuro,
¿entendido?
Ni siquiera pude contestar antes
de que Greg volviera a aparecer de nuevo en la habitación con un vaso de agua
fresca para mí. Me lo bebí con avidez, como si no hubiera bebido en días. En
aquellos momentos tenía tanta sed y estaba tan confusa, que me daba igual que
aquellos dos me hubieran podido meter algo en la bebida.
-Es obvio que ciertas cosas sí
que las alterarás… Por ejemplo, la vida de cualquier persona con la que hagas
amistad o… yo que sé… imagínate que te casas. Pero bueno, en ese sentido
nosotros no podemos interferir. Es natural, por así decirlo.-añadió Greg
mientras recogía de nuevo el vaso vacío que segundos antes me había
tendido.-Obviamente, siempre y cuando no te cases con el padre del futuro
presidente de los Estados Unidos o algo por el estilo.
-Exactamente.-masculló Edward.-Lo
segundo es que habrás de adaptarte a las costumbres de la época. Nada de ropa
rara, como la que llevas ahora, ni nada de comentarios que dejen entrever que
sabes qué es lo que va a pasar.
-En este sentido tenéis
terminantemente prohibido jugar a la lotería o en cualquier otra apuesta o
invertir en productos que sepas que van a tener éxito.-intervino Greg.-Es una
lástima, pero no sería justo para los demás que juegan o invierten sin saber
qué va a pasar.
-Y por último, intentarás vivir
tu vida con la mayor normalidad posible, pasando completamente desapercibida y
sin levantar ningún tipo de sospechas.-continuó Edward.-Fingirás sorprenderte
con las noticias con las que todos se sorprenden aunque ya las sepas de
antemano todas esas cosas, ¿te queda
claro?
Un silencio incómodo se hizo
entre los tres. Volví a mirarlos, incrédula. Por supuesto que no lo tenía nada
claro.
-¿Cómo sé que me están diciendo
la verdad?-pregunté.
-Tranquila, te darás cuenta
inmediatamente de que no mentimos nada más pises la calle.-rió Greg.-¿Alguna
pregunta más?
Dudé por unos instantes,
intentando elegir cuál de las decenas de preguntas que me asaltaban debía
formular.
-¿Cómo puedo volver al 2013?
¿Cómo puedo volver a mi casa?-pregunté
nerviosa.
Tanto Greg como Edward soltaron
una sonora risotada nada más pronuncié aquellas preguntas. Parecía que les
acabara de contar el chiste más gracioso del mundo.
-¿En serio crees que si
supiéramos la respuesta estaríamos aquí en estos momentos?-preguntó Edward
cuando paró de reír.-Cuando un viajero
se cuela, no hay manera de volverlo a enviar a su lugar de origen.
-Ojalá pudiéramos…-suspiró
Greg.-¡Qué sencillas serían las cosas!
-Pero…-susurré asustada empezando
a asimilar lo que me acababa de decir.-¿Qué pasará con mi familia? ¿Con mis
amigos? ¿Qué pensarán que me ha ocurrido?
-Un caso más de desaparición que
no llegará a resolverse nunca.-dijo Edward encogiéndose de hombros.
-Se llevarán un disgusto,
removerán cielo y tierra buscándote al principio, cuando vean que el único
rastro que queda de ti son un par de maletas abandonadas en un aeropuerto.-continuó
Greg.-Pero tranquila, aprenderán a vivir con ello.
Cuando escuché aquello, la
desesperación se apoderó de mí definitivamente e, inevitablemente, me puse a
llorar como una niña pequeña. Aquello no podía ser cierto. Era como estar
metida en la peor de mis pesadillas pero tenía la horrible sensación que de esa
pesadilla no podría despertar como si tal cosa.
-Oh, vamos, no llores,
Briseida…-susurró Greg dándome unos torpes toquecitos en la espalda.-Ya verás,
no es para tanto, tú estás bien y eso es lo que importa…
-Es cierto, muchacha, deberías
tranquilizarte.-suspiró Edward.-No ganas nada poniéndote así. Además… Hay algo
más que creo que deberías saber.
-Oh, Edward… ¿Crees que
deberíamos decírselo? ¿No crees que sería más sensato…?
Levanté mi cabeza y, con los ojos
aún llorosos, le lancé una mirada penetrante.
-¿Hay algo más? ¿Encima hay algo
más?-pregunté a la desesperada.-¿Qué es lo que ocurre ahora?
Edward lanzó un suspiro y se puso
en pie, nervioso, antes de contestar:
-Ocurre que es la primera vez que
un viajero viaja a una época tan
reciente a su época de origen.-dijo.-Normalmente todos viajan uno o dos siglos
antes, pero nunca menos de cien años
atrás. Todos mueren por causas naturales antes del momento de su nacimiento y
no ocurre nada, pero ahora…
-¡¿AHORA QUÉ?!-grité.
-Lo más seguro es que tú llegues
viva al momento de tu nacimiento. –contestó mirándome a los ojos.-Y si eso
ocurre habría dos Briseidas conviviendo en el mismo espacio de tiempo.
-Jamás ha ocurrido una cosa
así.-añadió Greg.-Pero eso va en contra de todas las normas. Eso no puede
producirse jamás.
-¿Pero…?-susurré.-¿Qué mierdas va
a pasarme?
-No lo sabemos.-suspiró
Edward.-Tal vez…
El hombretón se interrumpió a sí
mismo y me lanzó una mirada con un tinte de… ¿tristeza?
-¿Tal vez qué?-insistí.
-Tal vez si vives hasta el año
1987, mueras justo en el momento en el que naces.-contestó lanzando un fuerte
suspiro.-No podéis convivir las dos juntas en una misma época. Sería lo más lógico.
Noté como la sangre se me helaba
en las venas cuando me dijo aquello. Aquel hombre me estaba dando un plazo de
vida de menos de veinte años. Y entonces, irremediablemente, empecé a llorar de
nuevo.
*************************************************
Jueves, 9 de abril de 1987.
Londres.
-En España es una hora más.
Miré a mi marido y esbocé una
sonrisa amarga. No podía ocultar que estaba triste, apagado. Y para qué
negarlo, yo también. Era, sin lugar a dudas, un momento extraño, tanto para él,
como para mí.
-Entonces la hora exacta es a las
diez de la noche.-suspiré.
John se limitó a asentir, sin más
a la vez que apretaba la mandíbula fuertemente. Sólo esperaba que no se me pusiera a llorar en
esos momentos o yo también acabaría por desmoronarme.
-¿Crees que se lo deberíamos
decir a los chicos?-preguntó con un hilillo de voz.
-¿Y qué se supone que les vamos a
decir?
-La verdad, Bri. Tal y como me la
contaste a mí.
-Son sólo niños, John.
-Eres su madre. Y ya no son niños.
-Lo sé.-susurré.-Pero no me
siento con fuerzas para eso.
-Yo tampoco, pero deberían de
saberlo.
-Mejor dejemos las cosas como
están.
-Siete horas solamente. Espero
que no suceda.
-Y si sucede…-murmuré acercándome
a él y dejando caer mi cabeza sobre su hombro. Él me pasó la mano por el pelo,
cariñoso.-Sé fuerte, ¿vale? Por ellos.
No contestó. No me contestaría
jamás a eso. Pero, sinceramente, en lo más profundo de mi ser, esperaba que me hiciera
caso. Era necesario.
¡Hola gente! ¿Qué tal? Pues aquí llego yo con el segundo capi de este fic. Espero que os haya gustado y que haya quedado "entendido" lo que le pasa a Briseida... jejeje.
Por cierto, quería daros las gracias a l@s que habéis leído el capítulo 1 y habéis mostrado vuestro apoyo bien siguiendo el blog, bien comentando como lo han hecho mis incombustibles María e Ingrid! ¿Qué decir? Como siempre, me encantaron vuestros comentarios y, por cierto, Ingrid, si esas historias tuyas que dices andan publicadas por algún sitio de la red, deberías pasarme el link para leerlas y, si no, te animo a que lo hagas! :D
En fin, nenas, que yo por mí nada más. Me voy despidiendo hasta el tercer capítulo, donde ya tenemos personajes nuevos... :D
Saludos y disfrutad!