Puse el café en el fuego
escuchando como mis dientes castañeaban insistentemente, tanto que temía que me
los iba a romper. Lanzando una maldición por lo bajo, acerqué las manos a la
titubeante llamita que había debajo de la cafetera y procuré calentarlas.
Bonita manera de empezar el día: congelada y maldiciendo por no tener ni
calefacción ni una mísera estufa en medio de la ola de frío más fuerte que
había sufrido Estados Unidos en los últimos años.
¿Y todo esto gracias a quién? A mi
fantástico compañero de piso, la futura primera víctima mortal a manos de la
asesina Sophie Jackson. Bueno, para ser justa con él, he de decir que no todo
fue culpa de Sven: el edificio donde vivíamos era viejo y pocos días antes,
ante el inmenso uso que le estábamos dando todos los vecinos, la caldera de la
calefacción había muerto por pura vejez y agotamiento. Para colmo, los técnicos
de calefacción de todo Nueva York estaban desbordados de trabajo y el que más
pronto podía venir a arreglarla no lo haría hasta al menos dentro de unos cinco
días. Así que, sin más remedio, todos los vecinos nos vimos obligados a
recurrir a estufas y ropa de abrigo para no morir de congelamiento en casa.
Pese a las quejas de Sven, que decía que con mantas y una chaquetita nos
podíamos apañar (el cabrón no podía negar que había nacido en el norte de
Suecia), decidí pasarme por la tienda de electrodomésticos de la esquina y
comprar una estufita con mis ahorros.
La estufita, oh, querida
estufita, era perfecta. Consumía electricidad como una maldita desgraciada,
pero si te ponías frente a ella, calentaba más que si te pusieras ante las
puertas del infierno. Lástima que su vida fuera corta, demasiado corta. Y es
que, a la segunda noche, el genial Sven había tropezado con el cable mientras
hacía uno de sus estúpidos bailecitos al son de la musiquilla de los anuncios
de la tele y, aparte del monumental hostión contra el piso que se dio, la
rompió. La verdad es que fue un momento un poco caótico: mi amigo por el suelo,
la estufa echando chispas y humo y yo gritándole a Sven de todo mientras
intentaba desenchufar aquello antes de que se quemara el edificio. Ése fue el
triste final de la estufa y de nuestros confortables 20 grados. Descanse en paz
en el cielo de los electrodomésticos.
-Hoy parece que hace un poquito
más de calor que ayer, ¿no?
Aparté las manos del fueguecito y
me volví con cara de asesina en serie hacia Sven, que acababa de entrar en la
cocina envuelto en su bata.
-¡Sueco mamón!-le grité por todo
saludo.-¡¿Calor?! ¡Debemos estar a dos o tres grados aquí dentro! ¡¿Y tienes
los cojones de decirme que hace calor?!
-Oh, Soph, no te pongas así…
Reconoce que un poco mejor que ayer se está.
-Eso es porque ya tienes los
primeros síntomas de hipotermia, idiota.-mascullé volviéndome de nuevo hacia la
cocina para retirar la cafetera del fuego.-No sientes ni el frío.
-Bueno, puede ser…-dijo como
quien le da la razón a un loco.-¿Me pones una taza de café?
-Y encima tienes las narices de
pedirme café…
-Por favor.-añadió poniendo cara
de pena. Todavía tenía la nariz hinchada de la leche que se había pegado hacía
dos noches por culpa de su tropezón con el cable.
-Ay, está bien…-acepté de mala
gana.-Sólo porque en el fondo me da lástima la cara de monstruo que se te ha
quedado después de la caída.
-Si en el fondo eres un cielo,
Sophie… Deberías casarte conmigo.
-Antes me caso con uno de los
monos del zoo.-le corté mientras servía dos tazas de café caliente.
Sven simplemente se limitó a
reírse antes de sentarse ante la mesa de la cocina.
-Oye, Soph…-empezó a decir él
cuando me hube sentado yo también.-Que estaba yo pensando toda la noche que…
-¡Uy, Sven pensando! ¡Peligro!
-Déjate estar de gracietas y
escucha, que es una gran idea.-me interrumpió poniendo cara de erudito.-Ya que
aquí hace frío y no nos podemos permitir comprar otra jodida estufa he pensado
que a lo mejor podríamos pasar las noches en otro sitio más confortable…
-¿Ah, sí? Me encanta la idea,
¿pero dónde quieres que las pasemos? ¿En la suite presidencial del Hotel Plaza?
-Pues casi, casi…-contestó con
una sonrisa pícara.-¿Tú no tienes acceso a las llaves de casa de los Lennon?
-¡¡¡¡SVEN!!!!-mi grito debió
oírse por todo el edificio y por parte de los colindantes.-¡¿Pero tú te has
vuelto loco?!
-Yo sólo decía que a lo mejor nos
podríamos meter por la noche en el cuartito ése que tenéis para cambiaros los
del servicio y antes de que se haga de día, salimos y…
-Sven, deja de fumar marihuana
por las mañanas, que no te sienta bien.-lo interrumpí.
-Piénsalo, la idea no está mal.
-Nos pillarían enseguida,
perdería mi empleo y acabaríamos en la cárcel por allanamiento de morada y a
saber qué más cargos. Insisto, Sven, la marihuana. Déjala sobre la mesa y no la
vuelvas a tocar en al menos tres semanas.
-Nadie tendría por qué pillarnos…
-Las cosas no suelen ocurrir como
las planeamos: yo tendría que ser una filósofa famosa y aquí estoy, cagándome
de frío frente a un tipo con mentalidad criminal y a punto de irme a limpiar
los inodoros de una estrella del pop.
-Bueno, visto así…
-Estás como una cabra, tío, como
una cabra…-murmuré levantándome de la mesa.-¿Sabes qué? Me voy a trabajar. Y me
voy a trabajar con más ganas que nunca porque al menos allí tienen una
temperatura media superior a los diez grados.
-¿Puedo ir contigo?
-Sí, claro, para que te metas de
okupa en la habitación del niño o algo… Ni aunque me pagaras con todo el dinero
del mundo.
-Eres una mala compañera de piso,
¿lo sabes?
-Lo sé.-le contesté sacándole la
lengua.-Y mira, como soy tan mala, estas chocolatinas que tienes aquí me las llevo
conmigo, para picar algo si me entra hambre…
-¡Eh! ¡Son las que traen cromos
de la NBA! ¡Y son mis favoritas y no me quedan más!
-Te aguantas.-contesté ya
mientras salía de la cocina.-Tómatelo como una comisión por lo de mi estufa.
-¡Ojalá te sienten mal!
Y riéndome por las quejas de
Sven, salí de casa. Un nuevo día de trabajo me esperaba.
****************************************
-¡SOPHIEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!
El susto que me dio el agudo
grito de Sean al entrar en el comedor hizo que me tambaleara peligrosamente
sobre la escalerilla en la que estaba subida para limpiar la lámpara del techo.
No obstante, en el último momento, antes de que cometiera la estupidez de
agarrarme de la lámpara para sostenerme, conseguí mantener el equilibrio. Sólo
cuando vi que Sean empezaba a reírse a carcajada limpia me percaté de la
extraña pose en la que me había quedado: estaba a la pata coja, con una pierna
levantada casi en ángulo recto y el brazo con el que sostenía el trapo
apuntando hacia adelante. Normal que el niño se riera; en aquellos momentos
debía parecer un mimo borracho de cuarta categoría.
Reprimí mis ansias de matar al
chiquillo allí mismo lanzando un enorme suspiro de fastidio y bajé como pude de
la escalera.
-¿Qué quieres?-le pregunté de mala
gana. Nótese que la regla de “no entablar
ningún trato con el niño” hacía mucho que había dejado de importarme.
-Sólo saludaba. Mi papá dice que
es de mala educación no saludar.-me aclaró con vehemencia.
-¿Y por casualidad no te habrá
dicho tu papá que lo más normal para saludar es decir “hola” y no entrar dando gritos como si fueras Tarzán?-pregunté lanzando
un resoplido.
-¿Quién es Tarzán?
-Esto no puede estar pasando…
¿Eres una pesadilla, verdad?
-Estás boba, Sophie. Yo no soy
una pesadilla, soy Sean.-replicó con cara de listillo.
No sé por qué, pero aquella
contestación me hizo de repente soltar una risotada. Aquel enano me podía: era
capaz de cambiar mis ansias de estrangularle por las de abrazarle y querer
hacerle un monumento por gracioso en cuestión de segundos.
-Gracias por la aclaración, cielo.-dije
aún teniendo que hacer un esfuerzo por no volver a empezar a reír de nuevo.-De
verdad que me hacía falta. ¿Y adónde ibas? ¿Hoy no vas al parque?
-No me dejan ir.-me contestó apenado.-Misako
dice que hoy hace demasiado frío y que el parque está helado. Ah, y que a lo
mejor me resbalo y me rompo una pierna.
-Ah… muy precavido por su
parte.-volví a reír: su cara de funeral me hacía casi tanta gracia como sus
contestaciones.-Misako tiene razón, hace mucho frío
Y tanto que hacía frío. Nos lo
podían preguntar a Sven y a mí para corroborarlo si alguien no se lo acababa de
creer…
-¡Pero yo quería ir al parque!-se
quejó Sean.-Estar aquí todo el día es muy aburrido.
-No es aburrido.-le
contradije.-Mira, lo mejor de cuando hace frío y nieva como hoy es quedarse en
casa todo el día, calentito y comiendo montones de chocolate.
Sólo con decir aquello, la boca
se me hizo agua. Joder, en aquellos momentos hubiera vendido mi alma al diablo
por estar calentita en mi roñoso sofá, frente a mi estufita asesinada por Sven unos días antes, tapada con una
mantita y atiborrándome de chocolate. Pero de repente, la vocecilla de Sean me
hizo bajar de la nube:
-No me dejan comer chocolate.
-¡¡¡¿¿¿QUÉ???!!!
-Que no me dejan comer chocolate.-insistió
Sean.-No puedo comer entre las comidas nada que no sean barritas de surimi.
Misako dice que son muy sanas.
Me quedé mirándole con los ojos
muy abiertos, intentando asimilar lo que a mi entender era la barbaridad más
grande del mundo. Y es que a mí, adicta
al chocolate, no me entraba en la cabeza que se le prohibiera a nadie (y menos
a un niño de cuatro años), el consumo de algo que consideraba que debía ser
proclamado patrimonio de la Humanidad.
-¿Surimi es eso de color rojo y
blanco de pescado?
-Sí.-confirmó Sean esbozando una
sonrisa.-Está bueno.
-¿Bueno?-casi exclamé yo con
sarcasmo.-Eso es una cochinada…
-Pero Misako y mamá dicen que…
-Sean, cielo, el chocolate está bueno; no eso.
El niño se me quedó mirando con
cara de confusión al principio para después volver a recobrar la misma
expresión triste que puso cuando me había dicho que no le dejaban ir al parque.
-Es verdad, el chocolate está más
bueno.-afirmó al cabo de unos segundos con la cabeza gacha.-Pero no me dejan
comer.
Y entonces, me acordé de algo.
Sonreí a la vez que le ponía una mano en el hombro y lo miraba.
-¿Quieres chocolate?
-Ya te he dicho que no puedo.
-¿Y si nadie se enterara de que
te comes una chocolatina?
Sean se me quedó mirando con los
ojos muy abiertos. Se quedó pensando por unos segundos y, a continuación,
asintió con la cabeza con cara de pillo.
-Podemos hacer una cosa…-susurré.-Yo
te doy una si me prometes que será nuestro secreto, ¿qué te parece?
-Pero eso sería mentir…
-No lo es.
-Júralo.
-Lo juro. ¿Quieres chocolate o no
quieres chocolate?
Una sonrisilla volvió a despuntar
en su menudo rostro a la vez que asentía con la cabeza enérgicamente.
-Está bien.-sonreí yo también dirigiéndome
ya hacia la puerta del comedor.-Espérame aquí.
Sintiéndome como Súper Sophie, la
defensora de los débiles y los desfavorecidos, me dirigí hacia el cuarto del
servicio y hurgué en mi bolso. No me costó encontrar las chocolatinas que le
había robado a Sven aquella misma mañana; así que agarré una, me la metí en el
bolsillo de mi ropa de trabajo y regresé de nuevo hacia el comedor sin cruzarme
con nadie. Cuando volví, Sean continuaba allí, en la misma posición en la que
me lo había dejado.
-¡Ey, chaval!-le susurré cuando entré
extrayendo la chocolatina del bolsillo.
Sean se giró hacia mí. La cara se
le iluminó cuando vio lo que le enseñaba.
-Toma, colega.-le dije
tendiéndosela. Inmediatamente, el niño me la arrebató de las manos con
ímpetu.-No te la comas aprisa, no te vaya
sentar mal. Ah, y te puedes quedar con el cromo de la NBA que trae. Recuerda
que esto es nuestro secreto, ¿entendido?
-¡Entendido! ¡Gracias, Sophie!
Me quedé mirándolo con una
sonrisita triunfal pintada en la cara mientras salía del comedor en una carrera
y se perdía por el pasillo en dirección a su habitación. Entonces, de repente,
fui consciente de lo que había hecho y borré esa expresión de autosuficiencia
de mi rostro. Y es que si se enteraba Lennon o, mucho peor, Yoko Ono, lo más
bonito que me iban a decir era que estaba despedida. Por no hablar de la
hermana pequeña de Bruse Lee, alias Misako: seguro que acabaría practicando
todas las llaves de judo que conocía conmigo y tirándome por la ventana del
Dakota. Y todo eso por una puta chocolatina.
“Eres gilipollas, Soph.”, pensé, “Seguro que a partir de ahora incluyen tu foto al lado de la definición
de esa palabra en los diccionarios.”
Sí, era gilipollas. Y lo peor de
todo era que tenía la sensación de que me había comportado como un traficante
que vende droga a los niños a la salida del colegio. Mierda, mierda y mierda.
Pero ya no podía hacer nada por
remediarlo. Ahora sólo me quedaba confiar en que no me pillaran…
******************************************
-¡Ey, Sophie!
Volví a dar un brinco
sobresaltada. Afortunadamente ya había acabado de limpiar la lámpara hacía un
rato y en esos momentos me encontraba en “tierra
firme”, porque si no, seguro que me hubiera caído de morros contra el
suelo. Me volví hacia John esbozando una sonrisilla falsa, a la vez que
maldecía para mis adentros la peculiar manera que parecían tener los Lennon para
saludar, a los gritos y asustando a la gente.
-Buenos días.
-Ah, eso, buenos días.-saludó
desenfadado.-¿Has visto a Sean por algún sitio? Yoko y yo lo estamos buscando y…
-No, no lo he visto en toda la
mañana.-mentí descaradamente.
-Pues es muy raro…-dijo de
repente Yoko entrando por la puerta y situándose al lado de su marido. Me lanzó
una mirada indescifrable, tal vez de hostilidad.-Juraría que hace nada lo he
visto salir de aquí corriendo.
-Habrá coincidido con el momento
en el que he salido un segundo.-me las ingenié para contestar intentando
aparentar tranquilidad.
No obstante, Yoko no me retiró su
mirada y eso, para qué negarlo, me acojonó de verdad. ¿Acaso era telépata y
podía leer mi mente también? Porque si lo era, yo estaba jodida. Y muy jodida.
-Bueno, da igual.-añadió de pronto
John acabando con aquella tensión.-Estará jugando con los gatos por algún sitio.
Iré a buscarlo a…
-¡Hola!
Como si lo hubieran invocado,
Sean se apareció detrás de sus padres con una sonrisa enorme de oreja a oreja.
Al principio yo también sonreí… hasta que le vi la cara.
-¿Pero qué tienes en la boca,
cariño?-preguntó John agarrándolo en brazos.
-Nada.-contestó el enano con cara
de no haber roto nunca un plato.
“Nada”, se atrevía a decir el cabroncete
cuando tenía la cara toda sucia de chocolate. ¿Pero qué coño había hecho ese
crío con la chocolatina? ¿Comérsela o hacerse una mascarilla facial con ella?
Mientras tanto,
observé horrorizada como John pasaba un dedo por la cara manchada de su hijo y
se lo metía en la boca.
-Ese nada huele y sabe a chocolate, pillo.-sonrió.
-¿De dónde lo
has sacado?-quiso saber Yoko severamente mirando al niño.
Inmediatamente
Sean se puso serio. Miró a su madre, después a su padre y, por último y para mi
desgracia, a mí. Yo, por mi parte, decidí disimular volviendo a fijar la vista
en el plumero y en las figurillas que estaba limpiando esperando a que de un
momento a otro el chavalín me delatara.
“Adiós, Dakota, lo nuestro fue bonito
mientras duró”, me dije para mis adentros consciente de que jamás iba a
volver a pisar aquella casa.
-Me lo he
encontrado.
La mentira de
Sean me pilló tan por sorpresa que no pude evitar levantar la vista.
Afortunadamente, ninguno de los tres se percató de que estaba fisgoneando en
sus asuntos privados.
-Sabes de
sobra que no puedes comer chocolate, que es muy malo.
-Lo sé, pero…
-Que sea la
última vez que…
-Oh, venga madre, no es para tanto…-intervino John.
No pude evitar poner cara de flipada cuando escuché que le llamaba “madre”… ¿Quién mierdas llamaba a su
pareja así? Bueno, al parecer él.-Sólo es un poco de chocolate.
-¿Un poco? ¿Tú
le has visto la cara?
-Bueno, pero
seguro que no lo vuelve a hacer, ¿verdad, Sean?
-Verdad.
-¿Lo juras?
-Lo
juro.-insistió el niño.
-¿Ves, madre?-sonrió John de nuevo mirando a
Yoko.-No lo volverá a hacer. Y encima lo ha jurado.
Yoko soltó un
resoplido de fastidio muy poco disimulado.
-No me gusta
que lo malcríes tanto, no es bueno para él y lo sabes.-dijo enfadada antes de
salir del comedor.-Os espero en la habitación.
Volví a fijar
la vista en el plumero justo a tiempo antes de que John se girara para mirarme.
Confiando en que no se hubiera dado cuenta de que había estado cuchicheando su
conversación, lo observé de reojo disimuladamente. Después, salió también del
comedor con Sean en brazos sin despedirse.
No sé si lo
imaginé o no, pero en el último momento antes de que les perdiera de vista, me
pareció ver como el crío me levantaba los pulgares en señal de complicidad de
una manera fugaz sin que su padre le viera. Sonreí. Creo que era el primer niño
que estaba empezando a caerme bien de verdad.
******************************************
Me puse la
chaqueta con la vista fija en la ventana y sin decir una palabra, evitando las
miradas de Rosaura y Misako e intentando librarme de tener que entrar en la
conversación que estaban teniendo en aquellos momentos mientras nos cambiábamos
después de haber finalizado nuestra jornada.
-Pues no te
puedes imaginar cómo ha puesto la pared…-se quejó Rosaura.-Justo enfrente de su
habitación está todo lleno de manotazos de chocolate. ¡Con lo que cuesta de
limpiar eso en una pared blanca!
-Lo que no me
explico es de dónde lo ha sacado.-añadió Misako haciendo que yo tragara
saliva.-Yo no le doy nunca.
-A lo mejor
hasta se lo ha dado su padre…-respondió Rosaura. Yo respiré aliviada con esa
contestación.-Ya sabes que él es a veces más niño que Sean.
-No creo que
haya sido él.-repuso Misako.-Pero lo que es seguro es que no se lo ha
encontrado, que alguien se lo ha dado.
No estaba
mirándolas, pero hubiera jurado que en aquellos momentos Misako tenía la vista
fija en mí. Casi que podía sentir sus ojos pegados a mi nuca. Entre ella y
Yoko, estaba empezando a creer que todas las japonesas tenían la habilidad de
leer mentes.
Incómoda, me
dirigí hacia la percha y agarré mi bolso, dispuesta a irme de allí echando leches.
-Bueno, yo me
voy.-dije casi en un susurro.-Hasta mañana.
Antes de que
pudieran contestarme, hice ademán de colgarme el bolso. No obstante, estaba tan
atolondrada que se me escapó de las manos y se me cayó, volcando parte de su
contenido en el suelo. Sólo cuando vi que Rosaura y Misako se habían quedado
mirando con la boca abierta hacia allí, me percaté de lo que acababa de
ocurrir: allí sobre el piso estaban, a vista de todos, mis tres chocolatinas de
la NBA, justo entre las llaves de mi casa y la cajetilla de tabaco. Me agaché a
recogerlo con una rapidez que ya querrían para sí muchos campeones olímpicos y
lo metí todo de nuevo en el bolso. Como todo había sido tan rápido, con un poco
de suerte, Misako y Rosaura no habrían llegado a asimilar lo que acababan de
ver… Pero no. Cuando las miré de nuevo, no me cupo la menor duda de que lo
habían visto, asimilado e interpretado todo a la perfección. Sólo había que
mirar sus caras de ñu estreñido para entenderlo.
“O te largas de aquí pitando o te van a
cortar la cabeza y ofrecérsela a Yoko en una bandeja de plata rodeada de
chocolatinas.”, me dije sintiendo como me ponía blanca como la pared.
-Esto… bueno…
Me voy ya que tengo prisa.-tartamudeé.-Mucha prisa.
Me colgué bien
el bolso y salí de la habitación, de la casa y del edificio como si me
persiguiera un aquelarre de brujas rabiosas. Tal vez incluso batí un tiempo
récord en ir de Manhattan a Queens, pero no me importaba. Lo único que quería,
por loco que pareciera, era llegar a mi apartamento congelado con mi compañero
chiflado cuanto antes.
Aquel día, del
susto, puse fin a mi adicción al chocolate. Ya se sabe, un trauma es un trauma.
Hola hola hola!
Aquí estoy yo después de algunos días en los que entre unas cosas y otras se me había complicado el tema y no había podido escribir... Pero como lo prometido es deuda, aquí este cuarto capi que espero que os haya hecho reír como los anteriores, jejeje.
Como siempre, muchas muchas muchas gracias por leer y por comentar. Ya sabéis que todas las opiniones son bienvenidas y que me alegra mucho conocerlas :D
Nos vemos en el quinto!
Saludos con sabor a chocolate! ;)
Jajajaja jajajaja, imaginé a Sean lleno de chocolate sonriendo descaradamente a Yoko XD
ResponderEliminarojalá alguien eche de ahí a esa Misaku, me cae mal. XD
diablos, esto es, as bueno que un maratón de The Simpson (soy como una especie de fan de esa caricatura) me vuelvo loca cada que leo estos capítulos, son graciosisimos.
En fin, me retiro. Besos sabor a chocolate, querida Criss. Un abrazo. Cuídate.
Muy bueno jajaj me encanta, pobre Sophie las situaciones que tiene que padecer jajaj, amo cuando discute con Sven, pobre él parece bueno xD
ResponderEliminar¡Sean lleno de chocolate! dios, me reí mucho, todo el tiempo, como siempre. Me imagino la cara de Yoko, su expresión mas seria que una cabra, y John como padre consentidor jajajaj. Y Sven, es tipo es tan chistoso, con su compañera de piso jajaja me encantó la trama de esta novela, a parte tienes una facilidad para hacerlo todo cómico, ¡buenísimo!
ResponderEliminarContinua luego Cris, por favor, esta es una de mis historias favoritas, sin mentirte jajaj un beso! <3
Bueeeenas y santaaaasss dijo el gaucho entrando a un prostíbulo y le contestaron “No nos quedaaan!”
ResponderEliminar¿Qué? ¿Es un chiste malo, no? No contestes, por favor.
¡Buenas tardes señorita Cris! ¿Cómo le va? ¡Tantos años! Jajajaa Bueno, aquí vengo a comentarle su ilustre capitulo en el que una vez más y como siempre, usted se ha lucido. Qué manera de matarme de risa, es una locura este fic, por eso lo amo y me casaré con él. Bueno no, me casaré con Sven, bueno no, me casaré con John. ¿Con Sean? ¿Con Misako? Bué, quedo soltera, será mejor.
Porrrr lo tanto, te felicito otra vez por este capitulo tan súper buenazo.
Pobre Sophie, tanto frío en su casa, que seguramente parecerá un iglú. Ahí te das cuenta que la mala suerte no tiene límites, porque justo cuando hace taaaanto frío ir a romperse la caldera…Mmm… esto me recuerda a mi colegio secundario, los días más fríos se rompía la caldera, o peor, amenazaban con que iba a explotar y todos íbamos a morir. Era emocionante XD. En fin, que alguien consiga un gasista rai nau para ese edificio, o “amúchense” todos los vecinos, pongan un colchón súper grande y acuéstense todos a dormir (dije dormir, eh) a ver si así se dan un poco de calor unos con otros. Sí, la propuesta está llena de promiscuidad, lo sé XD
En fin, la mala suerte ensañada con Sophie, que tuvo que comprar la estufita que seguramente se la habrán cobrado como si fuera de oro porque ya sabemos cómo son los comerciantes, y va el gil de Sven y se la rompe mientras baila. Supongo que, por lo menos, habrá sido mientras bailaba “Souvenir, souvenir” de la publicidad del Banco Francés, y que por lo tanto, no seré yo la única loca que se para y se pone a bailar cada vez que la pasan en la tele. Creo que Sven y yo nos llevaríamos bien, mirá el grado de pelotudez que tenemos encima. Bueno, que eso, que le rompió la estufa y casi se incendia todo y parece cuando se incendió una estufa en el baño de mi casa y yo abrí la puerta y dije “Ok, se está incendiando. Avisaré” y fui con toda mi inocencia y dije “Creo que hay fuego en el baño”. Imaginate, abrieron la puerta y eran llamaradas. Pero bueno, yo sólo tenía tres años, me parecía un lindo espectáculo jajajja. Bueno, dejo mis evocaciones y sigo comentando.
A ver, yo que Sophie le digo a mis patrones que estoy en una situación mala, que no hay gas en mi edificio y que no tengo estufa y que hace un frío como de cagarse. Supongo que si taaaaaaaaan buenos son, que si taaaaaaaan peace and love son, mínimamente te tienen que dejar un cuartito de dos metros cuadrados para que vivas y no mueras congelada. ¡Dale Sophie, pediles un poco de caridad!
ResponderEliminarSigo. En este capitulo confirmamos dos cosas: Misako es una hija de su madre, y Sophie una genia mundial. ¿Pero qué barbaridad es esta de no darle chocolate a esa criatura? ¿Qué mundo es este? ¿Qué no pasa a los argentinos? ¡No, no, no, y no! Ese chico está en un mundo irreal, necesita sus golosinas, sus enchastres, sus caries, todo lo que un pibe normal debe tener! Y nada de giladas de…¿pescado? Se les va a morir de frio por falta de kalorias si le dan puro pescado y nada mas sólido. ¡Manga de salvajes! Por suerte está Super Sophie que le da felicidad a esa pobre criatura que…Sean, no seas tan descarado, parecías un chico más serio, por favor. Y encima ensuciando todo…¡es para comer, no para pintar paredes y caras! ¿Ves lo que causa la falta de chocolate? Que cuando lo tienen, ¡no saben cómo usarlo! Eso sí, Sean se comportó como un caballero: no rompió el juramento ni ante la mirada de Yoko. Bravo nene, ojalá le quiten la tenencia a tu madre y se la den a Sophie, te criarás mejor y muuuucho más descarado de lo que ya sos.
Y una cosa: creo que John se dio cuenta de dónde sacó su peque ese chocolate. Pero no dijo nada. Es más, creo que le ha causado gracia que haya sido Sophie. Igual, pobre John, seguro se comió los retos de Yoko en la “charla” que seguramente le ha dado.
Pero ya tenían que aparecer: la japonesa y la gallega, que seguramente es la gallega de Intratables. ¿Qué? ¿Les molesta que Sophie lleve chocolates y le convide a Sean? ¿Sí? ¡Se joden! Sean la va a querer más a ella que a ustedes, ¡viejas brujas!
Bueno muchacha, ahora me retiro, no sin antes decirte que mi antojo de chocolate volvió con más fuerza pero que…esta mañana fui a comprarme uno. MUEJEJEJEJEJE.
Te dejo reiterando mi feliciteiyon, y deseándote feliz 14 de abril, y que se venga la tercera!
Saludos republicanos!
P/D1: Souvenir, souvenir…tiriririrí
ResponderEliminarP/D2: Me faltó decir que a ese chico le falta tele: ¿¿¿CÓMO NO VAS A SABER QUIÉN ES TARZÁN???
P/D3: Me olvidé de lo que iba a decir, la emoción me afecta (?)
P/D4: Mi más sentido pésame por la estufita.
P/D5: Saludos a Sven jijijijiji
P/D6: Maharishi no está, pero te dejo a otro gato que…te va a gustar. http://www.youtube.com/watch?v=CaE6lOJI3lA
P/D7: Si Yoko y Misako son telépatas y nosotras también….¿somos japonesas?
P/D7: Tengo una canción de Julio Iglesias sonando en mi cabeza…Iré a tirarme de un puente. ¡Adiós!
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡CRISSSSSSSS!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarJajaja se me pegó la costumbre de los Lennon <3
OMG!
NO PUEDE COMER CHOCOLATE!?
EN QUE MUNDO PSICÓPATA VIVIMOS DEARIE?
Barritas de surimi? Que carajos es eso?
Una vez mas afirmada nuestras sospechas de que quieren convertir al chiquillo en un japonés.
Milagro y no viven en Asia.
Ay en qué apuro te metiste Soph? Ojalá y el pequeñín cumpla su palabra, porque ay si descubren algo.
¡No entienden que Soph no es una loca Asiática sino que está allí para despertar los monstruos que viven dentro de cada ser.
En la hermana de Bruce Lee Alias Misako, Yoko y Rosaura un monstruo de hacer acatar a todo el mundo las reglas.
En John y Sean, un monstruo muy pillo. Tal vez demasiado.
Y que mas puedo decir?
Bye, baby, Te amo como Soph al chocolate y espero que subas pronto ;D
BYe