Nunca es agradable enterarse de
ciertas cosas, pese a que ya tengas veintiocho años y te consideres una persona
lo suficientemente madura como para afrontar y digerir determinadas noticias.
Menos aún si la noticia en cuestión es que el que tú pensabas que era tu padre
no lo es. Si a esto le añades informaciones adicionales como que ese señor al
que tú has llamado “papá” desde tu
más tierna infancia es impotente o que tu madre se lo va a dejar para irse con
un empresario con aires de gigoló de sesenta años, la cosa ya se convierte en
una auténtica bomba de relojería emocional.
Con todo eso, no era de extrañar
que lo único que me apeteciera fuera quedarme en la cama, vegetando la resaca
que tenía y llorando mi desgracia durante horas. Que ese día tuviera que ir al
trabajo me importaba poco, pero, no obstante, allí tenía a Sven, convertido en
una especie de Pepito Grillo desastroso que me estaba tratando de explicar por
qué no debía faltar a mis obligaciones.
-Vamos, Soph…-dijo de nuevo
intentando arrancarme la tapa de encima.-Debes levantarte, no puedes faltar al
trabajo así porque sí.
-¿Por qué sí?-pregunté aguantando
mis mantas con fiereza como si estuviera defendiendo Troya: aquel desgraciado
no me iba a destapar. No, no y no.-Sven, escucha: tengo una resaca terrible, mi
padre no es mi padre y mi madre es… ¡Yo qué sé lo que es mi madre! No puedo ir
a trabajar en estas condiciones. Llama a los Lennon y di que solicito mi baja
por depresión.
-Levanta el culo de esa cama y
llama tú si te da la gana.-Sven continuaba tirando de la colcha.-Y te recuerdo
que hay cosas mucho peores en la vida que esto que te está pasando, Sophie
Jackson.
-¡Que no soy Sophie Jackson!-casi sollocé yo haciéndome con
el control de mis tapas de repente y tapándome hasta la cabeza.-¡Ya no sé ni
quién soy!
-¡Joder, Soph!
Sven tiró de la tapa con fuerza y
esa vez sí que consiguió destaparme. Me quedé mirándolo con odio, como si
hubiera asesinado a un gatito delante de mis propias narices.
-Puto sueco mamón… ¡tápame de
nuevo!-le grité.
-No me sale de los huevos.
Lancé un bufido de resignación
antes de incorporarme en la cama.
-Bien, ya no estoy acostada,
¿contento?
-No.-contestó con
contundencia.-Aún estás en la cama y con ese pijama horroroso.
-¿Qué es lo que tienes tú contra
mi pijama de ositos, eh?-inquirí con agresividad.-¿Y por qué he de abandonar mi cama?
-Trabajo, Soph.
-¡Para ya con el trabajo! ¡Ni que
fueras tú el jefe! Ya te he dicho que no me da la gana ir hoy.
Sven soltó un suspiro y se sentó
en el borde de la cama.
-Vale, bien.-dijo suavizando su
tono de voz.-Supongamos que no vas a trabajar… Yo me voy dentro de nada y tú te
vas a quedar aquí sola. ¿Cuáles son tus planes para todo el día?
-Estar aquí en mi cama,
levantarme cuando me salga de las narices, sentarme en el sofá y comer
chocolate hasta ponerme como una vaca gorda y llena de granos.-mascullé de
carrerilla.-Así tal vez consiga llenar mi vacío existencial.
-¡Oh, me encantan tus terapias!
¿Y lo de tirarse por la ventana va antes o después del atracón de
chocolate?-preguntó con sarcasmo.
-Deja de joderme y lárgate.
-No me voy a ir.
-Te recuerdo que tú también
tienes que trabajar, tío listo.
Sven se quedó mirándome y esbozó
una sonrisilla traviesa.
-Si tú no vas a trabajar, yo
tampoco.-contestó.-Entonces nos despedirán a los dos, no podremos pagar el
alquiler de esto, acabaremos viviendo bajo un puente y durmiendo tapados con
cartones y yo me divertiré culpabilizándote de nuestra situación todos los días
de mi vida.
-A eso se le llama chantaje
emocional, so cerdo.-contesté.-Además, no lo harás.
-¿Dudas de mi capacidad para
faltar al trabajo? Te recuerdo que no sería la primera vez que me despiden
porque se me ha olvidado ir a trabajar…
Le lancé una mirada suspicaz,
pero enseguida supe que era completamente capaz de hacerlo. Eso era lo malo de
vivir con un loco como él: que era capaz de cualquier cosa.
-Está bien, imbécil.-suspiré
poniéndome en pie.-Tú ganas.
-¡Bien!-exclamó él poniéndose en
pie de nuevo y empezando a dar saltitos de alegría.-¡Sven 1-Sophie 0!
-Te recuerdo que aún puedo
cambiar de opinión, indigente… Y
ahora deja de dar saltitos y déjame, que tengo que cambiarme.
-Bueno, seguiré mi celebración en
otro sitio.-sonrió él.-¡Buena suerte en el trabajo, Soph!
Y dicho esto salió de mi
habitación sin más, feliz como un niño pequeño al que le acaban de dar un
helado.
Una hora después de que Sven
consiguiera levantarme de la cama a base de sucias técnicas, me encontraba ante
la puerta del Dakota pensando en que tal vez no hubiera sido tan mala idea ir a
trabajar aquel día: quizá el mantener la mente ocupada aunque sólo fuera
fregando el suelo me ayudaría mejor a sobrellevar mi minidepresión que quedarme
en casa aumentando mis niveles de colesterol de una manera alarmante. Abrí la
puerta del servicio que daba acceso a la vivienda de los Lennon aún sumida en
mis propios pensamientos. Por eso, cuando me encontré a John detrás de la
puerta, me pegué un susto de campeonato. A ver, ¿por qué ese hombre tenía que
aparecer siempre dándome sustos y no como las personas normales? Joder,
necesitaba una explicación urgente para eso.
-¡Sophie, menos mal que has
llegado!-dijo por todo saludo nada más me vio.-Te estaba esperando.
Miré mi reloj de pulsera casi de
manera instintiva para comprobar si había llegado tarde. Pero no, no lo había
hecho. En realidad, aún faltaban diez minutos para que mi jornada laboral
empezara de manera oficial.
-¿Qué ocurre?-pregunté
intrigada.-¿Acaso he hecho algo que…?
-Oh, no, no, nada,
tranquila…-aquellas palabras hicieron que soltara un pequeño suspiro de alivio:
con la que me estaba cayendo encima sólo me faltaba que me metieran un paquete
en el trabajo.-Sólo que… Verás, te quería pedir un favor.
-¿Un favor?-repetí lanzándole una
mirada de lo más extrañada.
-Sí, bueno…-empezó a
decir.-Verás… Misako no puede venir hoy a trabajar: ha llamado hace un momento
para decírnoslo. Al parecer tienen que operar a su marido de urgencia. No es
nada grave, apendicitis, pero bueno, hoy no va a estar. Y hoy precisamente…
Bueno, Yoko y yo tenemos que recibir en casa a unas visitas muy importantes
para ella y Sean…
Cuando entendí qué era lo que
John estaba intentando decirme noté como la sangre se me helaba en las venas.
Él algo debió notar, porque enseguida se apresuró a añadir:
-El niño no puede quedarse en
casa y nos es imposible encontrar a alguien de confianza para que cuide de él.
Yoko está de acuerdo en que hagamos una excepción para que hoy te encargues de
él y te juro que te pagaremos doble el día de hoy si nos haces el favor.
-Eh… John, de verdad que quiero
ayudaros, pero… yo y los niños no…-balbuceé.
-¡Qué va! A Sean le gustas mucho,
de verdad.-me interrumpió él.-Además, lo único que tienes que hacer es llevarlo
a pasar el día a Central Park, o al parque de atracciones, o a comer por ahí,
lo que te dé la gana… Y él se porta bien, ya lo verás.
-Pero… ¿y Rosaura no puede? Ella
seguro que tiene más mano con los niños y es capaz de cuidarlo mejor que
yo.-insistí yo sintiendo como el pánico se apoderaba de mí: o sea que yo,
precisamente ese día y en mi estado, iba a tener que cuidar de un niño. Oh,
Dios mío, el quedarse en casa por depresión no habría sido tan mala idea.
-Yoko necesita a Rosaura hoy
aquí, si no fuera absolutamente necesario no te lo pediría.-contestó a la
desesperada. Después, esbozando una sonrisilla de niño bueno, añadió:-Por
favor, Sophie, haz esto como un favor personal que me haces. Te estaré
eternamente agradecido.
No fue su sonrisilla de seductor
nato lo que me convenció, ni siquiera el hecho de que me diera lástima su
situación. No. Lo que me convenció fue mi parte racional y lógica, ésa que en
esos momentos me estaba gritando a voces que si no accedía a hacer eso, por más
que me disgustara, no me iban a renovar
el contrato que tenía con ellos cuando venciera. O sea, que si quería conservar
mi maldito empleo pasados los cuatro meses iniciales por los que me habían contratado,
debía tragarme aquello.
-Está bien.-suspiré al fin
cediendo por segunda vez en el día ante alguien.-Me encargaré de Sean.
-¡Perfecto!-exclamó John loco de
contento.-Con que lo traigas a casa de nuevo hacia las seis de la tarde, sobra.
Y toma, aquí tienes cien dólares por si queréis ir a comer y todo eso…
-¿Cien dólares?-pregunté yo
escandalizada. A veces ése era mi presupuesto para pasar toda la semana: asco
de ricos.-¿He de llevarlo a comer al restaurante más caro de la ciudad o qué?
-No te hagas problema, Sophie. Y
ve adónde quieras, tienes carta blanca.
-¿Lo puedo llevar a Las Vegas?-me
atreví a bromear, sarcástica.
-No te pases de lista, empleada.-sonrió él.-Y gracias. De
verdad que nos haces un gran favor.
-No hay de qué, jefe.
Suspiré, resignada. Definitivamente
ése no era mi día.
******************************************
Ir al parque cobrando el doble de
lo que normalmente ganas en un día de trabajo. Sí, tal vez eso pueda parecer
poco menos que un sueño hecho realidad, pero en aquellos momentos juro que
hubiera preferido estar en casa de los Lennon limpiando como una loca aunque me
hubieran pagado la mitad. No, no era que Sean se portara mal: más que portarse
mal, el niño aquel era un trasto que no paraba quieto y yo estaba paranoica
perdida con que al chavalín le pudiera pasar algo. Porque vamos… con la suerte
que llevaba yo ese día, no me hubiera extrañado nada que se me acabara perdiendo
o dándose de bruces en el suelo y rompiéndose las narices.
-¡No, Sean! ¡Baja de ahí!
Corrí como alma que lleva el
diablo hacia el árbol al que se estaba intentando encaramar el niño notando
como el corazón me latía a mil por hora. O sea: hacía dos segundos que no lo
miraba y en ese tiempo a aquel pequeño diablo ya le había dado tiempo a
apartarse de mí diez metros y a empezar a trepar a un árbol enorme cual monito.
-Jo, Sophie, no pasa nada…-se
quejó cuando me planté ante él y lo agarré para bajarlo casi que por la fuerza:
afortunadamente no le había dado tiempo a subir muy arriba.-Misako me deja
subirme todos los días.
Me quedé escudriñando su cara
mientras lo dejaba en el suelo y le lancé la mirada más severa que pude.
-Misako no te deja, so mentiroso.-mascullé.
Sean se puso rojo, evidenciando
así su mentira, y bajó la cabeza.
-Bueno, pero no pasa nada por
subir al árbol…-masculló con su vocecita.
-Ya, y si te caes y te rompes la
crisma, cuando llegue a casa tus padres me la parten a mí también.
-¿Qué es la crisma, Sophie?
Sin poderlo evitar, solté una
risita y negué con la cabeza.
-Déjalo.-sonreí.- Si quieres
subir a cosas vamos a los columpios y allí haces lo que te dé la gana.
-¿En serio? ¿Lo que me dé la
gana?-preguntó con la cara iluminada por la alegría. Aquello, para qué negarlo,
me hizo entrar pánico: a saber qué estaba pensando en hacer el crío ése.
-Bueno, en realidad será lo que
me dé la gana a mí.-me apresuré a contestar.
Nada más dije eso, Sean volvió a
poner su carita de afligido, haciendo que a mí de nuevo se me escapara otra
risita entre dientes. No obstante, pronto se le pasó el abatimiento cuando nos
pusimos en marcha y llegamos al cabo de poco a la zona de columpios.
Inmediatamente, el niño salió disparado hacia el tobogán y yo me senté en uno
de los bancos que había allí. Respiré profundamente y sonreí: al menos mientras
Sean estuviera entretenido allí, podría relajarme. Por fin la mañana empezaba a
pintar bien…. Pero como mi buena estrella siempre ha brillado por su ausencia,
justo en el momento en el que me estaba empezando a replantear que aquel día no
tenía por qué ser tan malo como había creído en un principio mientras Sean
jugaba alegre y sin riesgo a partirse la cabeza, un sonoro trueno hizo que
tuviera que descender a la cruda realidad de nuevo.
-Oh, mierda…-mascullé justo en el
momento en el que levantaba la vista para observar los horrorosos nubarrones
negros que se habían formado casi de repente.
Para acabarlo de rematar, una
gota enorme me cayó en todo el ojo haciendo que tuviera que bajar la cabeza
rápidamente mientras maldecía por lo bajo.
-Va a llover, Sophie.-dijo de
pronto la vocecilla de Sean a mi lado.-Deberíamos irnos a otro sitio o nos mojaremos.
Me quedé mirándolo durante unos
segundos y asentí. Aquel enano tenía mucha más capacidad de reacción que yo y
por unos segundos me sentí como si el que estuviera cuidando de mí fuera él y
no al revés. Bueno, fuera como fuera tenía razón: las gotas estaban empezando a
caer con más insistencia y si no nos largábamos de allí pronto íbamos a acabar
empapados.
Gracias, nubes, por arruinarme la
mañana.
*****************************************
Un cuarto de hora después de
nuestro fugaz paseo por el parque interrumpido por la lluvia, Sean y yo
estábamos sentados en una mesa de una cafetería de al lado de Central Park
mirando como llovía copiosamente por la ventana que teníamos al lado. Frente a
nosotros teníamos dos inmensos batidos, obviamente de chocolate. ¿No me había
dado carta blanca el padre de la criatura para hacer lo que me diera la gana
con el niño? Pues chocolate, mucho chocolate.
-Podrías venir tú todos los días
a cuidarme en lugar de Misako, Sophie. Me lo paso mejor.-dijo Sean con
solemnidad antes de darle un sorbo inmenso a su batido.-Y podríamos beber
batidos de chocolate todos los días.
Solté una risa, ya no sólo por lo
que me acababa de decir sino también porque se había puesto la cara perdida.
-Sí, claro, y entonces yo
acabaría gorda como una vaca; eso si tus padres no me matan antes…-reí a la vez
que agarraba una servilleta de papel y le limpiaba la nata de la nariz.-Ay,
enano… Me vas a hacer reír sin ganas…
-¿Por qué no tienes ganas de
reírte?-preguntó el niño extrañado.-¿Es que estás triste?
Lo miré durante unos segundos y
sonreí.
-Un poquito, la verdad.
-¿Y por qué?
-Por… cosas de mayores.-contesté
a falta de encontrar una respuesta mejor.
Sean puso cara de fastidio por la
respuesta que le acababa de dar: al parecer no le gustaba demasiado que le
dijeran eso de “cosas de mayores”,
como a todos los niños, en realidad. No obstante, no dijo nada al respecto.
-Yo a veces me pongo triste
cuando me riñen papá y mamá.-añadió antes de darle otro sorbo a su batido.-Pero
pronto se me pasa…
-Bueno… La verdad es que yo
también estoy triste porque estoy un poco enfadada con mi mamá.-dije sin saber
muy bien por qué y sintiéndome extremadamente rara por estar contándole eso a
un niño de cuatro años.
-¿Te has portado mal y te ha
reñido?
-Mmmmmm… Más bien digamos que la
que se ha portado mal ha sido ella.-contesté.
Sean se me quedó mirando durante
unos segundos con cara de no estar entendiendo nada de nada. De repente, soltó
una risita aguda.
-¡Qué rara eres, Sophie!-exclamó
antes de darle el último sorbo a su batido.
-La verdad es que un poco rara sí
que soy…-confirmé con buen humor.-Por cierto, Sean… ¿qué te apetece hacer ahora
que nos hemos acabado esto?
-Aún llueve.-masculló el niño
mirando por la ventana.-Quiero ir a casa.
-Pero… no podemos volver a casa
hasta que…
-Yo quiero ir a casa.-me cortó
con contundencia.
-Sean… Ya sabes que debemos
volver esta tarde, que hoy teníamos que pasar el día fuera tú y yo y…
-Me da igual. Estoy cansado y
quiero ir a casa.
-¿Cansado? Pero si no hemos hecho
nada…
-Sophie, que quiero ir a
casa…-casi lloriqueó.
Lancé un bufido de fastidio a la
vez que miraba la hora. Perfecto: no era ni media mañana y aquel enano ya
estaba con que quería ir a casa, que estaba cansado.
-Sean, ¿seguro que no…?
-¡Que quiero ir a casa!
Un par de señoras que estaban
sentadas en la mesa de al lado se volvieron hacia nosotros lanzándome una
mirada de reproche. Inmediatamente noté como los colores me subían a la cara.
-Shhhht, no grites, hombre…-le
dije al niño apurada todavía.-Ya sabes que tu papá y tu mamá nos han dicho que
no podemos volver hasta las seis y aún es muy pronto.
-Pero… yo estoy cansado…-contestó
él a punto de llorar.-Llévame a casa, por favor.
Me quedé por unos instantes
paralizada sin saber qué hacer ni qué decir: Sean parecía que iba a ponerse a
llorar de un momento a otro y, encima, todavía podía notar las miradas de las
señoras de al lado fijas en mí, como yo si fuera una especie de criminal que
hace llorar a niños inocentes.
-Eh…-titubeé al fin.- Sean,
cariño, no llores, venga… Mira, está bien… Iremos a casa…
-¿Sí?-preguntó él esperanzado.
-Eh… sí.-dudé.-Pero no a tu casa,
que no podemos. Iremos a la mía y así descansas, ¿vale?
Por unos segundos creí que el
niño iba a ponerse a llorar ahora ya en serio, pero, en el último momento, una
enorme sonrisa iluminó su rostro.
-¡VALE!-exclamó.-¡Será divertido!
Suspiré aliviada: me había
librado de un buen numerito con el hijo de un famoso llorando en una cafetería
por ineptitud de una niñera inexperta. Bien por mí.
*****************************************************
-Que casa más fea
tienes…-masculló Sean mirándolo todo a su alrededor nada más pusimos un pie
dentro de mi edificio.
-Aquí es donde viven las personas
pobres, cariño.-le dije sin poder evitar que una nota de sarcasmo se colara en
mi tono de voz. Vale: sabía que el edificio en donde vivía era viejo y no era
la gran cosa, pero bueno, de ahí a que ese mocoso me dijera directamente que
era feo…-Anda, Sean, empieza a subir las escaleras hasta el tercero, que es
donde está mi casa.
-¿Escaleras? ¿No podemos subir
por el ascensor?
-No podemos porque no hay ascensor.
-¿Y por qué no hay?
-Ya te he dicho que aquí sólo
viven personas pobres como yo…-bufé empezando a subir las escaleras delante de
él.-¿Vas a quedarte ahí plantado o vas a subir?
Sean soltó un suspiro de
resignación y empezó a subir detrás de mí. Todo el trayecto se lo pasó lanzando
pequeñas quejas sobre el hecho de tener que subir las escaleras. Yo, por mi
parte, no podía dejar de reírme por lo bajo: el pobre niño rico bajando a las
profundidades del mundo plebeyo con tan sólo cuatro años…
-Y ya hemos llegado.-dije cuando
por fin nos plantamos, después de unos cuantos tramos de escalera y unas
cuantas quejas, delante de la puerta de mi piso.-Mi casa tampoco es tan bonita
por dentro como la tuya, pero bueno…
Sin esperarme a que el niño
contestara nada, metí la llave en el cerrojo y abrí la puerta. Inmediatamente
pude oír desde el comedor el sonido de la tele. Fruncí el ceño. ¿No se suponía
que Sven estaba trabajando?
-Entra, Sean.
El niño pasó delante de mí,
obediente. Lo miró todo y puso cara rara, pero esa vez, seguramente por ahorrarse
la respuesta de los pobres, decidió no decir nada. Yo, por mi parte, me dirigí
hacia el comedor, con Sean detrás de mí.
-¡¿Pero qué haces tú aquí?!
El grito que pegué nada más entré
y me vi a Sven tirado en el sofá con su batín roñoso hizo que el pobre diera un
salto asustado.
-¡Joder, Soph! ¡Casi me matas del
susto!-exclamó poniéndose en pie.-No he ido a trabajar porque no me apetecía.
-¡¿QUÉ?!-grité yo. Después de la
lata que me había pegado a mí esa misma mañana para que no faltara a mi
trabajo, sólo faltaba que él no hubiera ido al supermercado donde trabajaba.
-No, no… Es broma…-rió él
seguramente al ver mi cara de susto.-He ido pero había un reventón y nos han
mandado a casa. Un jaleo: estaba todo inundado. Ey, por cierto… ¿y qué coño
haces tú aquí?
-Cuida tu bocaza, que tengo un
niño al que cuidar…
Hasta ese momento Sven no se
había percatado de la presencia de Sean. Fue entonces cuando posó sus ojos por
primera vez sobre el niño y se quedó, literalmente, con la boca abierta.
-Sophie… ¿Qué… qué hace ese niño
contigo?
-Lo he raptado.-contesté con
parsimonia como venganza al susto que me acababa de dar al decirme que no había
querido ir a trabajar.
-¡MIERDA!-gritó
asustado.-¡Sophie, no! ¡Si ese niño es quien creo que es…!
-Cállate, tarugo.-reí yo antes de
que le diera una taquicardia severa.-No he raptado a nadie: mi trabajo de hoy
era cuidar de él. Y como llovía y no quería ir a ningún sitio más, nos hemos
venido aquí, ¿verdad, Sean?
-Sí.-contestó el niño dedicándole
una sonrisa a Sven.-Hoy Sophie me va a cuidar todo el día, se lo ha dicho mi
papá. Me llamo Sean.
-Encantado, Sean. Yo soy
Sven.-contestó él flipando. Después, volviéndome a mirar, añadió:-Bueno, ya me
explicarás qué se han metido para dejarte a ti
a cargo del niño…
-Ni yo misma lo sé…
-Sven, ¿eres el marido de Sophie?
La repentina pregunta de Sean
hizo que los dos empezáramos a reír casi histéricamente ante la mirada confusa
del niño.
-Oh, no, Sean… Sophie no es mi
esposa, ni mi novia, ni nada…-contestó Sven cuando recobró el aliento.-Somos
amigos solamente.
-Además de que yo tengo el
suficiente buen gusto para no estar con él…-añadí yo.
-¿Cómo?
-Déjalo, Sean, son cosas de mayores…
-No me gusta que me digan
eso.-respondió enfadado.-Todo el mundo me dice eso.
-Bueno, está bien… Pues no te lo
diré…-suspiré. Después, volviéndome hacia mi compañero, añadí:-Sven, tío, hazme
el favor y échale un ojo durante cinco minutos, necesito ir a cambiarme los
calcetines y las zapatillas: los tengo empapados después de la carrera que me
he pegado para comprar un par de paraguas a una tienda de pakistanís.
-Casi se cae por la acera.-añadió
Sean con una sonrisilla.-Y le ha tirado el café a un señor que iba caminando.
-¿En serio? Es que Sophie siempre
ha sido un poco desastre…-rió Sven.
-Gracias por la aclaración, Sven…-refunfuñé
entre dientes antes de darme media vuelta y dirigirme a mi habitación.-¡Ojo con
lo que haces con el niño!
-Descuida, lo cuidaré muy, muy
bien. Tengo mucha mano con los niños aunque no lo parezca.
Pese a que lo dudaba muchísimo,
me dirigí hacia mi habitación: al fin y al cabo sólo iban a ser unos pocos
minutos, así que no tenía por qué preocuparme. Me cambié el calzado rápidamente
y me encaminé de nuevo al comedor, dispuesta a proponerle a Sean hacer cualquier
cosa para entretenerle. Aún estaba por el pasillo cuando escuché como Sean y
Sven cantaban alegres una cancioncilla. Pese a la sorpresa inicial, sonreí: a
lo mejor Sven tenía razón y no se le daban mal los críos… No obstante, cuando me acerqué un poco más y
pude escuchar lo que estaban cantando, se me borró la sonrisa de la cara
inmediatamente. Y es que, lo que en un principio parecía la inocente canción de
Popeye el Marino, era una jodida
versión adulterada que los dos estaban cantando a voz en grito.
-Popeye el Marino soyyyy, detrás de las viejas voyyyy, les meto la mano
y me dicen marrano, Popeye el Marino soyyyyyyyyyyyyyyyyy.
-¡¿PERO SE PUEDE SABER QUÉ ES LO
QUE ESTÁIS CANTANDO?!-grité hecha una furia a la vez que entraba con un
torbellino en el comedor.-¡SVEN! ¿TE PARECE BONITO ENSEÑARLE ESO AL NIÑO?
-Oh, Soph…-se quejó mi
compañero.-Es sólo una cancioncilla inocente.
Sean y yo nos lo estábamos pasando muy bien.
-Es verdad, Sophie, es una
canción divertida.-sonrió el pequeño truhán que hasta hacía diez segundos había
estado cantando como un descosido.
-No es divertida, Sean.-repliqué
yo.-Ni se te ocurra cantar eso delante de tus padres o te van a castigar, ¿me
entiendes?
-Sí, entendido.-contestó el niño
poniendo cara de afligido.
-Mira lo que has hecho, Soph… Has
puesto triste al chaval.-dijo Sven pasándole la mano por el hombro.-Anda,
colega, no te pongas mal y no le hagas caso a Sophie, que es una rancia.
Juro que en ese mismo momento
hubiera matado a Sven allí mismo, sin importarme para nada que un niño de
cuatro años fuera testigo de mis crueles actos. Pero justo en aquel momento, el
timbre de la puerta sonó y le salvó la vida.
-Voy a abrir. Va a ser un segundo,
Sven. Y como se te ocurra enseñarle algo más al niño, te mato. Lo juro.-dije
arrastrando las palabras.
No me esperé ni siquiera a que
dijera nada, simplemente salí de allí con un cabreo monumental y abrí la puerta
del apartamento sin ni siquiera preguntar quién era.
-¡SOPHIE, QUERIDA!
¿Nunca habéis experimentado esa
sensación de abrir la puerta y querer volverla a cerrar en el acto delante de
las narices de vuestra visita inesperada? Pues bueno, eso mismo sentí yo nada
más vi allí plantada ante mi portal a mi madre. Y lo peor de todo era que no
venía sola: venía acompañada por mi abuela, una auténtica vieja loca y sorda
como una tapia.
-Ay, Dios mío…
-¿Cómo que Dios mío? ¿Acaso mi
niña no se alegra de ver a su querida madre?-dijo entrando sin más en casa.-Por
cierto, no me gusta la costumbre que tenéis en este edificio de dejaros la
puerta de abajo abierta de par en par. Estáis en Nueva York, cualquier día os
podría entrar un asesino o un violador o una pandilla de drogadictos de ésos….
-Tú siempre tan positiva, mamá…-dije
de mala gana antes de volverme hacia mi abuela.-Por cierto, abuela, ¿cómo te
encuentras?
-Sí, sí, tranquila que ahora
cierro la puerta…-me contestó mi abuela.
-Es que se ha puesto un poquitín
más sorda en los últimos meses…-me aclaró mi madre con un susurro a mi lado.-Pero
tú síguele la corriente y ya está.
Asentí lentamente, aún asimilando
lo que me podía deparar aquella visita. Seguro que más de un director de
comedias se habría matado por poder tener en esos momentos una cámara en mi
casa y grabar el colmo del surrealismo.
-Y bien, hija, ¿no nos vas a
invitar a entrar?-inquirió mi madre de repente.-Mira que yo no te he enseñado
nunca a ser tan mala anfitriona…
-Ya estáis dentro, mamá.-contesté
con sarcasmo.
-¡Ay, qué chica!-exclamó entrando
en el comedor, sin permiso ni nada, seguida por mi abuela.-¡Sophie! ¡Hay un niño
aquí con Sven!
Entré y me puse a su lado.
-¿En serio? Ya le decía yo a Sven
que teníamos tanto polvo aquí que al final nos iba a crecer algo…
-No seas descarada.-me recriminó
mi madre.-Un momento… ¿este niño es el hijo de…?
-Sí, es él.-contesté sin
demasiadas ganas.
-Sophie…-dijo de repente
Sean.-Creo que la señora vieja está triste.
Nos quedamos mirando como el niño
señalaba a mi abuela. Fue entonces cuando nos percatamos de que había empezado
a lanzar leves sollozos a la vez que un par de lagrimones surcaban su rostro.
-¿Pero qué te pasa, mamá?-le preguntó
a los gritos mi madre.
-¿Por qué nadie me dijo que
Sophie estaba casada y ya tenía un hijo?-lloriqueó.-¡Yo quería ir a la boda!
-¡Abuela! ¡Que no es mi
hijo!-grité.-¡Es el hijo de mis jefes!
-¿Y a mí qué más me da que sea
canijo y que tenga un herpes?-preguntó limpiándose las lágrimas con un pañuelo
de tela de lo más rococó que se había sacado del bolso.-¡Yo lo hubiera querido
igual!
-Pero…
-No le hagas caso, Sophie,
síguele la corriente que no se entera.-me cortó mi madre sin darle más
importancia al asunto.
Solté un bufido resignada y me
dejé caer en el sofá al lado de Sean y Sven.
-Ese niño no se le parece en nada
al padre…-masculló de pronto mi abuela mirando primero a Sven y después a
mí.-Uno rubito y el otro con el pelo oscuro. Y los ojos… No se parece en nada…
-¿Se puede saber qué es lo que
habéis venido a hacer aquí, mamá?-pregunté tratando de ignorar a mi abuela, que
continuaba mirando con suspicacia a Sean y a Sven.
-Venía del médico con la abuela y
pasaba por aquí…
-Mamá, al grano.
-Vale, está bien, está bien… He
venido hasta aquí adrede después de llevar a la abuela al médico.
-Sophie, hija…- interrumpió de
repente mi abuela.-¿Estás segura de que no te dio algún susto ningún vecino? Porque es que lo miro y no se parece en nada
al padre…
Intenté pasar por alto el
comentario de mi abuela y la risa de Sven y miré a mi madre de nuevo,
instándole a continuar.
-Ayer creo que te vi un poco
afectada por todo ese asuntillo que hablamos…
-¿Asuntillo? ¿Llamas a todo eso “asuntillo”? ¡Mamá, por favor!
-Oh, vamos, no te pongas
dramática… Si supieras quién fue tu padre no te mostrarías así de susceptible…
-Oye, chico…-iba diciendo mi
abuela mirando a Sven.-¿Tú te fías de mi Sophie completamente? Porque este niño
y tú…
-Como te iba diciendo, Soph, si
supieras quién es tu padre no estarías tan enfadada.-siguió mi madre. La verdad
era que aquella conversación se estaba haciendo muy difícil con mi abuela de
fondo diciéndole cosas raras a Sven y éste partiéndose de risa sin saber qué
decir.-No es que fuera la gran cosa, pero te aseguro que mejor que ése al que
tú llamas padres, era. Atento, simpático, alegre, sabía complacer a las mujeres…
-Mamá, de verdad, no me apetece
saber quién es mi padre.-le corté poniendo cara de asco al ver los caminos que
podía tomar aquello.-Por muchas cosas que fuera, te aseguro que no…
-Vamos, no seas amarga. ¡Si hasta te había traído una foto suya para
que lo vieras! Se llamaba…
-¡Te he dicho que no quiero saber
nada!-le corté enfadada.-¡Ni me interesa cómo se llamaba, ni qué hacía, ni
quiero ver su maldita foto!
-¡Pero hija! ¡Pensaba que…!
-Nada, mejor que no pienses nada.
-¿Qué es lo que tienes que
prensar?-inquirió de repente mi abuela mirando a mi madre extrañada.
Lancé un sonoro bufido, cansada
por todo aquello.
-Está bien, como quieras.-dijo mi
madre poniéndose en pie casi de repente.-Yo lo hacía con buena voluntad, pero
veo que tú no lo ves así. De todos modos, te voy a dejar aquí mismo la foto que
te he traído, por si te lo repiensas y quieres verle la cara a tu padre.
Antes de que a mí me diera tiempo
a reaccionar, se sacó del bolso una pequeña fotografía y la dejó sobre el
pequeño aparador que teníamos. Al menos, tuvo la delicadeza de dejarla boca
abajo.
-¡Quita eso de ahí!
-No me da la gana.-me contestó mi
madre con determinación.-Ale, nos vamos. Venga, mamá, vámonos.
Empezó a caminar hacia la salida.
Mi abuela, esta vez sí, captó el mensaje a la primera y la siguió.
-Volveré otro día a conocer a tu
hijo.-me dijo cuando pasó por mi lado. Después, bajando la voz, añadió:-Y
deberías decirle a tu marido la verdad, que se nota mucho que no es suyo,
picarona.
-¡Que no es mi hijo!
-Y dale con lo de que es canijo.
El niño está muy guapo, no le digas eso.
-¡Mamá! ¡Nos vamos!-le apremió mi
madre ya casi desde la puerta del apartamento.-Y tú Sophie, si algún día te decides
a conocer la verdad sobre todo esto, me lo dices.
-¡Jamás querré hacer eso!-casi
grité.
-Lo que tú digas… En fin, adiós.
Aún no había acabado de decir eso
y ya había cerrado la puerta tras de sí. Cabreada, me volví de nuevo hacia Sean
y Sven.
-¿Por qué estás enfadada,
Sophie?-quiso saber Sean.
No pude evitar sonreírle.
-Porque mi mamá y mi abuela están
locas de remate.-contesté pasándole la mano por el pelo.
-Ya lo he visto. Están muy
locas.-me confirmó él. Y si hasta un niño de cuatro años era capaz de ver eso,
no iba a ser yo la que iba a negar la evidencia.
-Ey, Sven…-le dije a mi compañero
de piso después de soltar una risita por la contestación de Sean.-Hazme un
favor y tira eso que ha dejado mi madre ahí, que no lo quiero ver…
-Por supues…-sus palabras se
vieron interrumpidas por la musiquilla del programa de televisión que iba a
empezar.-¡Eh! ¡Adoro este concurso!
-¡Mi papá también lo ve!-exclamó
Sean.
-Tu papá sabe lo que se hace,
colega.
Negué con la cabeza y la apoyé
sobre el respaldo del sofá. Bueno, ya me desharía yo de esa maldita foto… Pero
eso sería más adelante, en esos momentos necesitaba un descanso. Y tanto que lo
necesitaba.
************************************************
Llamé a la casa de los Lennon a
las seis en punto, tal y como me había dicho John esa misma mañana. No tardó
demasiado en abrir él mismo. Detrás de él estaba Yoko, con su sempiterna mirada
indescriptible que tanto me incomodaba.
-¡Ey, campeón!-exclamó nada más
vio a su hijo. El niño, por su parte, salió disparado hacia él y John lo agarró
en brazos.-¿Cómo te lo has pasado?
-Muy bien.-contestó Sean con una
sonrisa de oreja a oreja.-Hemos ido al parque, me he hecho amigo de Sven que es
el amigo de Sophie, he conocido a unas señoras locas de remate…
-Esas señoras eran mi madre y mi
abuela…-me apresuré a contestar cuando vi la casa que pusieron John y Yoko
cuando el pequeño dijo eso.-En realidad son buena gente.
-Ah, perfecto.-sonrió John
volviéndose hacia mí.-¿Y qué tal se ha portado? ¿Ha dado mucha guerra?
-No, no, tranquilos, se ha
portado genial.
-¿Podrá venir Sophie a cuidarme
todos los días?
-¡No!-exclamamos John, Yoko y yo casi
al unísono.
-Pero…
-Ya te cuida Misako, cariño.-le
contestó Yoko.-Y Sophie tiene trabajo aquí en casa.
-Exacto.-le dije yo. Después,
acordándome de repente de algo, rebusqué en mi bolsillo y le tendí un pequeño
fajo de billetes a John.-Por cierto, aquí está lo que me ha sobrado de lo que
me has dado esta mañana. No hemos gastado mucho, así que…
-Oh, quédatelo.-contestó él
encogiéndose de hombros.-Tómatelo como una pequeña propina por el favor.
-Pero…
-Insisto.
Por toda respuesta, me encogí de
hombros y volví a guardarme el dinero en el bolsillo. A fin de cuentas no
estaba bien llevarle la contraria al jefe, ¿no?
-Vale, pues gracias.-sonreí.-Si
no necesitáis nada más de mí…
-Puedes irte si quieres.-dijo Yoko
no sabría decir sin con frialdad o no.
-Gracias, Sophie.-añadió John.
-Gracias a vosotros por la
propina.-contesté antes de darme la vuelta.-Adiós.
-Hasta mañana.
Me fui de allí con una sonrisa
sin saber muy bien por qué. Tal vez fuera por los ochenta dólares que me había
llevado por la cara, tal vez porque a fin de cuentas el día no había sido tan
desastroso como yo había esperado y Sean había llegado sano y salvo a casa. No
tenía ni idea, pero tampoco me importaba saberlo. Lo importante era que me
sentía bien pese a todo. ¿Qué más se podía pedir?
Que lindoooo!!! ♥
ResponderEliminarMe imagine a Sophie, Sven y Sean como una familia XDD y la abuela q no entendia nada estuvo geniaall, jajaj muy divertido.
Cuidate, besos ♥
PD: Quiero saber quien carajo es el padre de Sophie
Hermoso, me encanta este fic. Nunca dejes de escribir, eres el último fic que tengo, todos los demás ya los terminé
ResponderEliminarAmo a Sean, lo amo, casi tanto como a su padre. ¡Pobre Sophie! con ese par de viejas locas jajajaja me reí tanto con la abuelita :') con razón la hija es tan extraña, pero bueno. Y Sven es el mejor, por favor, quiero un compañero de piso como él algún día, de esos que te echan a volar independientemente de tu día depresivo XD
ResponderEliminarY John, con su "sonrisa" y su poder seductor. Mmhm, de eso no hay duda <3 me encanta la dinámica del personaje,y como da una probadita de su forma de ser, es encantador. ¡Me encantó! como siempre, sube luego por favor. ¡Un beso! <3
¡Arriba pobres de la tierra! ¡En pie famélica legión!
ResponderEliminarAhhh no me digas que no te gusta que te empiecen así los comentarios! Negamelo!
Bueno, aquí vengo un poco retrasada para mi gusto (ya sabes que a mi me gusta comentar al instante de que publiques, incluso antes. Faaa re vidente) pero quise hacerlo anoche, supuestamente después de que terminara el trabajo, pero eran las tres de la madrugada (vos ya estabas levantada, vi tus me gusta a esa hora. Sí, te vigilo. Teneme miedo) y el trabajo estaba sin terminar y me fui a dormir, y si te comentaba a esa hora, el resultado hubiera sido un comentario así: nsjnsjsxjddckldldfisapñasujysk,a<,RTFGa,asm,x,
Con el agregado de un cortocircuito producido por el teclado húmedo por mis babas. Borrá esa imagen mental de mí, no es bueno para ninguna de las dos XDD
Voy a dejar de meter justificaciones y excusas baratas y voy a pasar a comentar, que para eso está este apartado en tu blog, para comentar, y no para decir pavadas que a nadie le interesan.
Entiendo muchísimo a Sophie, nadie puede tener ganas de ir a limpiar mugre ajena con semejantes noticias que ha recibido y encima en la FORMA en que se lo han dicho, que a veces duele más la forma en que te lo dicen, que lo que te dicen (explicación rara la mía, vos me entendés). Como yo estoy a cargo de la gerencia general de la vagancia, avalo toda manifestación de la misma, así que me parecen geniales y debidamente justificadas las ganas de dormir y dormir de Sophie, aún sin haber recibido ninguna noticia. Para su desgracia, tiene a Sven. Nene, me caés bien, ¿porqué te portás así? Dejala dormirrrr!!! ¿Ahora, de pronto, se le da por ser un chico cumplidor y responsable? A otro santo con ese padrenuestro (¿?)
Pido un momento en este comentario, pero tenemos un problema técnico. Al parecer, la máquina esta sabe a quién le estoy escribiendo, e insiste en ponerme la Ç en CINCO TECLAS. Pongo una tilde, y aparece, pongo un paréntesis y aparece, en los signos de pregunta, en todas partes!!! ¿O esto es el primer paso de una invasión? Mmm….
ÇÇÇÇÇÇÇÇÇÇÇÇÇÇÇÇÇÇÇÇ
Bastaaa bastaaa prometo cantar Els Segadors todos los días al levantarme!
Posta, no sé qué le pasa esto, pero seguiré, ¡a mi nada me detiene! Bueno, sigo. Estaba con Sven, que ahora parece ser que se volvió responsable y que se preocupa por vivir bajo un puente. ¡Andá a laburar vos! Ah, cierto que no fuiste al final…Basura sueca!
Bueno, muchos dicen que el trabajo hace bien cuando uno anda así, para mí que lo dicen porque son unos fanáticos del trabajo, así que no debe ser verdad. Pero a Sophie le funcionó, y ya veo que le funcionó bien, por lo menos por un rato. Encima que no querrá saber nada con padres, van y le encajan un crío para cuidar. ¡Eso no está en el contrato! ¡Basta de explotación! A ver, Lennon, ¿no era que estabas con los working class? Al final sos un burgués capitalista como todos. Lo bueno de esto es que Sean…oh Sean…tan pequeño y tan…DEMONÍACO. Que deje de treparse a cosas o lo juntaré con Andry, que está en su temporada de subirse a todo lo que encuentra. Igual, creo que el peque se lo pasó bien aunque se le haya aguado la fiesta: ha salido sin la jodida karateka, ha paseado, y….ha tomado chocolate!!! ¡Así me gusta, que lo eduquen como debe ser!
ResponderEliminarLástima que después pidió ir a casa (por cierto, ¿quiénes iban a la casa que el nene no podía estar? ¿Los brujos amigos de Yoko? ¿O los narcos que le traen “la maría” a John? Jajaja). A la pobre Sophie no le quedó otra que llevarlo a su pobre y triste edificio. Ahí tenés nene, esa es la vida, lo tuyo es pura fantasía, hacete hombre. Hablando de hombre, el que no se hace hombre ni por casualidad, es Sven. Querido, otra vez retándote…No puede ser que te asustes así por una criatura, que pienses que Sophie lo secuestró, y que después, cuando te comprometés a cuidarlo, le enseñes…LA PUTA, QUÉ BUENA VERSIÓN DE POPEYE!!! I LOVE YOU SVEN!!!
Jajaja, que Sophie deje que el chico aprenda, así como la gente hace con los loros, que les enseñan a putear para después reírse. O sea, tengan a la criatura de loro, o de monito…Él parece estar encantado de la vida.
Pero claro, justo, JUSTO, tiene que aparecer la madre. Y la madre de la madre. Y la madre que los parió a todos. Yo no puedo creer lo cara rota que es la madre, encima le dice que el padre sabía complacer a las mujeres ASSSSSSSCOOOOOO bastaaaaa que la tire por la ventana! Y le lleva la foto…ay Sophie, no mires, no mires, andá a darte una ducha y dale la foto al perro, aunque no tengas…
Merece una mención especial la abuela. JO-DERRRRRRRR. Eso sí que es una sordera! Jajajaja, que se ponga de novia con Beethoven, total, tendrán más o menos la misma edad :P
Pobre mujer, pensando que la nieta tuvo un pibe con el adefesio ese, y encima diciendo que no se parece en nada….jajjajajajaja morí con lo de que es canijo y tiene herpes jajjajajajaja y preguntando si se fía de “su Sophie” Anda abuela, si fuera tan “tu Sophie” no andarías preguntando y dudando así de su honor XDDD Qué visita tan surrealista, me parto de risa releyendo eso!
Y bueno, después de un día bastante complicado, es bueno que te den una propina, aunque Yoko no cambie esa cara de mamerto, pero eso sería una tarea imposible para cualquiera. Por lo menos el padre y el chico han quedado contentos. Y yo apuesto para que otra vez le encarguen a Sophie el cuidado de Sean, es más, que sea su niñera a tiempo completo muejejeje
Y ahora me despido, que este comentario está re incoherente porque estoy muy quemada y no puedo hilar dos frases jajaja.
P/D1: No podré hilar dos frases, pero puedo poner post-datas. Porque para las post-datas no es necesario nada, podría poner cosas como ésta:
P/D2: H
P/D3: O
P/D4: L
P/D5: A
P/D6: C
P/D7: L
P/D8: O
P/D9: Q
P/D10: U
P/D11: E
P/D12: L
P/D13: L
P/D14: Pucha, qué apellido largo tenés, podrías llamarte simplemente Pla, no?
P/D15: Te voy a retar: ¿A vos te costó escribir este capítulo? ¿Estás hablando de este? ¿Estás hablando de vos? Callate, haceme el favor. Está genial, buenísimo como es habitual en vos, excelencia por encima de todo.
P/D16: Feliz día a la Dama.
P/D17: çÇçÇçÇçÇçÇçÇçÇçÇçÇçÇçÇç