Bien, vayamos por partes. Si
alguna vez alguien os propone trabajar en un lugar en el que penséis que todo
va a ser desenfreno, no lo aceptéis: es una trampa. Sí, sí, una trampa digo,
básicamente porque lo más normal será que os ocurra como a mí cuando me puse a
trabajar en casa de los Lennon: muy bonito en tu mente antes de que empieces,
pero en realidad, cuando llegas te encuentras con un trabajo de lo más normal,
corriente y moliente. ¿Os extraña? No debería. En casa de los Lennon el
desenfreno brillaba por su ausencia. ¡Ignorante de mí! Yo que me había
imaginado en medio del epicentro del rock and roll con todo lo que eso
implicaba y parecía que me hubiera metido en un convento de carmelitas
descalzas… Bueno, tampoco exageremos, en un convento exactamente tampoco, más
que nada porque en los conventos no hay chavalines de cuatro años correteando
por ahí y maquinando diabluras en su pequeña y aparentemente inocente mente, ni
tampoco puede olerse de cuando en cuando el tufillo de la marihuana saliendo de
la habitación principal. Pero quitando
estas dos cosas, tampoco creáis que la diferencia era tan grande. De hecho, era
todo tan poco desenfrenado que, cuando en ocasiones escuchaba a John Lennon
rasgar su guitarra desde una habitación, imaginaba que de repente iba a aparecer correteando y saltando por el
pasillo del Dakota mientras cantaba con la guitarra la canción de Sonrisas y Lágrimas con Sean y Yoko
detrás. Por suerte para mi salud mental esa escena surrealista jamás llegó a
producirse.
Pese a todo, más valía tener un
trabajo aburrido que no tenerlo. Sorprendentemente después del incidente de la
chocolatina nadie me había despedido. Afortunadamente, parecía que ni Rosaura
ni Misako me habían delatado a los jefes, con lo que continuaba trabajando en
el Dakota.
No sabía muy bien por qué, pero
el hecho de que no me descubrieran, parecía cosa de Rosaura. Y es que, desde el
día siguiente a lo de las chocolatinas, la gallega había empezado a tratarme
con una especie de complicidad un tanto extraña; es más, incluso podría haber
jurado que le hacía gracia. Tal vez ella también entendiera mi noble causa de
no dejar a ningún niño sin chocolate, pese a que hubiera tenido que limpiar las
manchas que Sean había hecho en la pared del pasillo. Fuera como fuera, jamás llegué
a enterarme de ese cambio de actitud hacia mí, pero la verdad es que se lo
agradecí en lo más profundo de mi alma.
Por el contrario, Misako era la
cara opuesta de la moneda. La mini Bruce Lee parecía haberme pillado una manía
y un asco tremendo y cada vez que tenía ocasión me lanzaba unas miradas
asesinas que hacían que me cagara de miedo. Por si no fuera poco, cuando estaba
con Sean se las ingeniaba para que el niño no se me pudiera acercar a menos de
diez metros, pero al enano le importaban poco estas prohibiciones y cuando le
daba la gana se acercaba sin más como había hecho siempre. Eso sí, cuando
Misako no miraba.
Por lo demás, el trabajo era una
sucesión de rutinas casi tediosas: todos los días lo mismo y poco más. Con los
jefes, apenas tenía trato. Pese a que John se pasara la mayor parte del tiempo
en casa, rara vez solía cruzármelo y, con Yoko, que casi nunca estaba, apenas
me había encontrado un par de veces. Parecían distintos, esos dos, tanto que a
veces me sorprendía preguntándome cómo coño podían formar una pareja estable.
Él tenía una actitud bastante desenfadada y parecía que todo, excepto el niño,
le importara un pimiento, aunque muchas veces te lo encontraras caminando por
los pasillos taciturno y meditativo; ella, por su parte, parecía tenerlo todo
bajo control, no se le escapa ningún detalle y lo dirigía todo a través de una
batuta invisible que nos dominaba a todos. Tal vez ahí estaba la clave del
éxito: ella decía y a él se la sudaba todo y se dejaba hacer, aunque a decir
verdad jamás lo llegaré a entender.
Era viernes y hacía una de esas
mañanas soleadas de finales de invierno en las que te entran unas ganas locas
de salir a la calle y pasarte las horas muertas paseando sin más; o sea, que te
apetece hacer de todo menos el quedarte dentro de un sitio. Pero como la
realidad se parece poco a nuestros deseos (al menos, en mi caso), allí estaba
yo, limpiando una de las numerosas habitaciones de casa de los Lennon e
intentando olvidar el hecho de que, cuando por fin pudiera salir de allí, ya
habría anochecido y aquella feliz mañana soleada habría pasado a la historia.
De hecho, incluso me puse a filosofar para tratar de no acordarme de eso y no
ponerme de mala leche. Y filosofar para mis adentros sobre el sentido de la
vida tenía un gran riesgo para mí: que no me enteraba absolutamente de nada de
tanto que me metía en mis propios pensamientos.
-¿Te pasa esto muy a menudo?
Sobresaltada puesto que pensaba
que estaba sola, me di la vuelta de repente para ver a un John Lennon que me
miraba con cara de extrañado a escasos pasos de mí.
-¿Me pasa el qué?-pregunté aún
confusa sin saber a lo que se estaba refiriendo.
-El quedarte en estado catatónico
como ahora.-me contestó esbozando una sonrisa burlona.-Hace un rato que te
estoy hablando y no te enteras.
-Eh… Bueno, estaba metida en mis
cosas, lo siento.-balbuceé mientras notaba como los colores se me subían a la
cara.-¿Qué quería?
-Oh, por favor, no me hables de
usted…-dijo, incluso podría decirse que algo molesto.-No quería nada, sólo te estaba
diciendo que buenos días, pero como he visto que estabas así, he continuado
hablándote a ver si reaccionabas. La verdad es que me hacías mucha gracia.
Nada más dijo aquello sentí que
mi cara se ponía de un color rojo más intenso que el de la sopa de tomate. A
saber qué mierdas me había estado diciendo mientras mi mente vagaba por otros
mundos…
-Es que… A veces cuando me pongo
a pensar me evado del mundo.-le aclaré en un desesperado intento por salvar mi
reputación.
-Y tanto que te
evades.-rió.-Parecía que estuvieras en medio de un viaje astral o alguna cosa
rara de ésas. Pero si te parece, empecemos de nuevo… Buenos días, Sophie.
-Buenos días.-mascullé.
-Es un bonito día, ¿no crees?
-Bonito, sí.-confirmé.-Una mañana
soleada de esas en las que te pasarías el día en la calle.
-En definitiva, una mañana en la
que desearías estar haciendo de todo menos trabajando, ¿no es así, Sophie?
-¡No!-me apresuré a exclamar
antes casi de que lo acabara de decir. Oh, mierda, el muy cabrón me había
pillado, pero no debía admitir eso jamás delante del jefe.-Bueno… No quería
decir eso.
-No te apures, mujer, sólo estaba
bromeando.-rió él sentándose para mi sorpresa en la cama que había en el centro
de la habitación.
Le lancé una mirada de reojo,
todavía apurada. El tío parecía dispuesto a quedarse allí y yo no sabía muy
bien si irme y dejarlo solo o seguir con la tarea que me había mandado Rosaura.
-¿Quiere que me vaya a otra
habitación o…?
-¡Oh, no, no, qué va! Sólo me he
sentado aquí porque me apetecía. Sigue con lo tuyo-contestó.-Y por cierto, te
he dicho que me tutees. Tampoco debo ser mucho más mayor que tú.
-Eh… bueno.-dije sin pensarlo
mientras lo observaba: no había sido nunca fan suya y se me escapaba la edad
que pudiera tener, pero la verdad es que parecía mucho más mayor que yo.
John se quedó mirándome
sorprendido. Fue entonces cuando me di cuenta de que, de nuevo, acababa de
meter la pata hasta el fondo. A este paso me iban a dar un máster en cagarla
delante de él.
-¿Cómo que “bueno”? ¿Acaso crees que soy un viejo?-rió de repente. Respiré
aliviada: al menos se reía, pero a veces las risas tampoco auguran nada bueno.
-No, no, no.-contesté
rápidamente, obviamente mintiendo.-No quería decir eso… Yo…
-No des excusas.-volvió a
reír.-Ya no cuela.
-Oh, mierda…-mascullé.-Lo siento,
de verdad.
-No lo sientas.-sonrió él.-Al fin
y al cabo no me queda mucho para llegar a los cuarenta…
Lo miré sin contestar y volví a fijar
la vista en mi tarea, sorprendida de que no llegara aún a la cuarentena.
-¿Tú cuántos años tienes,
Sophie?-quiso saber de repente después de unos instantes de silencio.
Me volví de nuevo hacia él antes
de contestar.
-Veintiocho.
-Entonces tengo once años más que
tú. Sólo once.-rió remarcando la
última frase.
-Tienes razón, tampoco es
taaaanto.-sonreí antes de volverme a girar para seguir con lo mío. Pese a que
me apetecía seguir charlando con él (cualquier cosa antes que seguir limpiando
el polvo), no era plan de dejar de trabajar. Al fin y al cabo, John era el jefe
y supuestamente esperaba eso de mí.
-Eh… Sophie…-masculló John de
nuevo al cabo de unos segundos.-¿Tú has leído lo que dice la prensa últimamente
sobre mí?
Dejé la figurita extraña que
estaba limpiando sobre la estantería casi en el acto ante lo insólito de la
pregunta.
-Eh… La verdad es que
no.-contesté extrañada, sincera. Pasaba mucho de la prensa, la verdad.
-Oh, vaya…-masculló John.-Yo sí.
Y la verdad es que me da por pensar…
-¿Qué dice?
-Chica curiosa, ¿eh?-dijo antes
de soltar una risita entre dientes.
-¡Pero si has sacado tú
el…!-empecé a quejarme casi en un acto impulsivo. No obstante, me callé antes
de terminar: no estaba ante Sven o cualquiera de mis amigos, estaba ante el
tipo que me pagaba y al que, según un fajo de normas de las que pasaba
olímpicamente, no podía ni siquiera mirar.-Eh… Perdón, lo siento.
-¿Cuántas veces pides disculpas
al día, Sophie?-preguntó él, burlón.-Tienes razón, he sacado yo el tema, así
que me parece justo contestar a tu pregunta.
John hizo una pausa antes de
seguir. De repente, se puso serio, desvió la mirada hacia la pared y lanzó un
suspiro casi imperceptible. Yo no creí oportuno interrumpirle: estaba claro que
no esperaba que le dijera nada.
-Dicen que estoy acabado.-murmuró
al cabo de unos instantes.-Que he dejado la música porque ya no tengo ideas,
que si no salgo apenas de esta casa será por algo.
-Eh… La gente dice muchas
tonterías cuando no sabe de qué está hablando.-contesté un tanto titubeante
ante el giro radical de la conversación. A decir verdad tampoco tenía muy claro
si John esperaba alguna respuesta de mí o no, pero en aquellos momentos lo vi
tan sombrío que me pareció necesario decirle aquello.
-¿Tú crees?-preguntó esbozando
una sonrisilla amarga volviendo a fijar la vista en mí.-Hay algunos por ahí que
incluso han llegado a decir que me he retirado de la vida pública porque me he
puesto gordo y calvo.
-Entonces mi teoría se confirma.
Sólo dicen gilipolleces.-dije con determinación.-Ni caso, créeme.
Por toda respuesta, John sonrío
antes de ponerse a hurgar en el bolsillo de su pantalón. No tardó demasiado en
sacar una cajetilla de tabaco de una marca que desconocida para mí.
-¿Te apetece uno?-me preguntó de
pronto mostrándome el cigarrillo que acababa de sacar de la cajetilla.
-Bueno… yo… se supone que estoy
trabajando…-dudé.
-¿Y quién te va a reñir? ¿El
jefe?-rió él.-Anda, siéntate y fuma un poco.
Me quedé mirándolo, a él y al
tentador cigarrillo que me ofrecía, debatiéndome en si obedecerle o no. No
obstante, mi parte amante del vicio pronto se apoderó de mí y, cuando menos me
lo esperaba, me encontré sentada a su lado con aquel cigarrillo entre las
manos.
-¿Sabes? A veces siento la
necesidad de que debería volver…-siguió con su monólogo mientras me daba fuego.-Estar
aquí encargándose de Sean está bien, pero necesito algo más, no sé si me
entiendes.
-Y tanto que te entiendo… El
ansia de sentirse realizado.-mascullé yo pensando en mi triunfal carrera de
filósofa que había terminado de aquella manera. Después, le di una profunda
calada al cigarrillo. Era fuerte, pero bueno. Jamás había probado ese tabaco.-¿Qué
cigarrillos son estos?
-Gitanes.-contestó.-Son
franceses. Lo mejor que se puede encontrar por aquí para los que nos gusta el
tabaco fuerte…
-Vaya, procuraré acordarme.-dije
volviendo a darle otra calada.
Hubo unos segundos de silencio,
pero no incómodo: ambos estábamos fumando, tranquilos, cada uno absorto en sus
pensamientos. La verdad es que el tipo aquel era un tipo cercano, un tipo con
el cual experimentaba cierta conexión extraña que no era capaz de entender muy
bien… todavía.
-¿En serio dicen que estás
gordo?-pregunté de repente casi sin ser consciente de ello.
John se volvió hacia mí y asintió
con una media sonrisa.
-Así es.
-Menuda chorrada…-dije.-Se nota
que no te han visto… ¡si estás que pareces salido de un campo de concentración!
-Oh, vaya, gracias por el
piropo.-rió haciendo que yo, de nuevo, me pusiera roja como un tomate. Aquello
era peligroso: John me estaba inspirando tanta confianza sin saber por qué, que
me estaba resultando demasiado fácil meter la pata cada dos por tres.-Primero
me llamas viejo y ahora esto. Sophie, eres una máquina de subir la autoestima
de las personas.
-Yo sólo… Bueno que…
-Antes de que lo hagas, te diré
algo: no te vuelvas a disculpar.-sonrió.-Sólo bromeaba. Y sí, dicen eso de mí.
Eso y que estoy calvo. Y feo.
-Y seguro que eso lo ha escrito
un tipo calvo, gordo e increíblemente feo.-dije aliviada porque la tensión se
había relajado. No obstante, aún podía sentir como la cara me ardía después de
mi última metida de pata.
-Creo que sí.-sonrió él.-Pero aún
así… No sé, me jode que digan eso de mí.
-Supongo que no debe ser muy
agradable que en los periódicos se diga que estás hecho un esperpento… Y menos si
no es cierto.
-No lo es, te lo aseguro.-suspiró
antes de darle una calada a su cigarrillo.-Pero bueno, ésta es la mierda de ser
famoso: todo el mundo se cree con derecho a opinar sobre ti y a juzgarte. A
veces me dan ganas de cambiar mi vida por la de cualquiera…
-¿Me la cambias a mí?-me atreví a
bromear cuando vi que la cosa se estaba poniendo más seria de lo normal.
-Cuando gustes.-sonrió. Estuvo
unos segundos así, aguantándome la mirada. Entonces, de repente, desvió sus
ojos de nuevo y se levantó de la cama de repente.-Perdona por haberte contado
todo esto… Pensarás que soy un loco o un pesado o yo qué sé, pero créeme,
necesitaba contárselo a alguien. Gracias por escucharme.
-Tranquilo, no pasa nada.-le
contesté levantándome yo también.- Y gracias a ti por el descanso y el
cigarrillo.
-De nada.-contestó.-Por cierto,
me caes bien, empleada.
-Y tú a mí también, jefe.-le seguí la broma.
John me dedicó una sonrisilla y,
a continuación salió de la habitación, silbando una cancioncilla. Me quedé allí
plantada durante unos segundos, observándolo… ¿cómo podía ser que un tío con el
que apenas había cruzado antes un par de frases de repente se me antojara como
un viejo amigo de toda la vida?
Pero en fin, fuera como fuera, lo
mejor sería que volviera al trabajo y me dejara de reflexiones extrañas, que ya
había perdido demasiado tiempo. Y así lo hice.
****************************************
Lo mejor del mundo después de un
día de trabajo duro es, sin lugar a dudas, volver a casa. Más aún si a ese día
de no parar se le ha unido una situación extraña como servirle de confesora al
jefe como me había pasado a mí. Y así, con ese alivio que proporciona el saber
que ya vas a poder descansar o hacer lo que te dé la gana hasta el día
siguiente, abrí la puerta de mi apartamento. Infeliz de mí, no sabía que lo que
menos haría sería relajarme…
-¡Soph!
Me quedé mirando a Sven, que
había aparecido rápidamente nada más había escuchado el ruido de la puerta.
Tenía los ojos abiertos como platos y cierta expresión asustada. Aquello no me
auguró nada bueno.
-¿Qué pasa?-pregunté intrigada en
lugar de saludarle.
-Pasa que tienes visita…-susurró.
-¿Visita yo? ¿Quién?
Sven no necesitó responder a
aquella pregunta: en ese preciso instante, casi como si hubiera estado
esperando mi pregunta, apareció ella por la puerta del comedor. Su sonrisa
falsa se extendía de oreja a oreja y su pelo exageradamente cardado y teñido
esta vez de rojo sangre combinaba a la perfección con el carmín que llevaba en
los labios.
-¡Sophie, cariño! ¡Cuántas ganas
tenía de verte!
-Hola mamá.-dije sin poder evitar
abrir la boca por la sorpresa de encontrarme allí a mi madre. Que no nos llevábamos
demasiado bien era algo más que evidente y en raras ocasiones venía a
visitarme.-¿Qué haces aquí?
-Oh, Sophie…-dijo acercándose
hacia mí.-¿Es que necesito algún motivo para venir a visitar a mi hija
favorita?
-Soy tu única hija.-le contesté
sin entusiasmo.-Y si quieres que te diga la verdad, en tu caso, sí, tal vez
necesites algún motivo para venir a verme…
-Hay que ver cómo eres… No
cambiarás nunca. Bueno, ven que te dé un beso.
No hizo falta que fuera, vino
ella y me estampó un sonoro beso en la mejilla. No me podía ver en un espejo,
pero estaba segura de que me acababa de dejar la cara toda pintarrajeada del
color rojo de su pintalabios.
-Tienes mala cara…-continuó
diciéndome mientras me miraba.-Y esos pelos… deberías cuidártelos un poco más.
Tengo unas mascarillas que seguro que te irían bien para resaltar esa belleza
que te empeñas en ocultar y que….
-Mi pelo está bien, mamá, no
quiero ninguno de los potingues que te pones tú.-le corté.-Y traigo mala cara
porque estoy cansada.
-Ese trabajo, ¿verdad?-preguntó
poniendo cara de pena.-Ya te dije que estudiaras derecho, cariño, pero como
eres una cabezota…
-No empecemos con eso ahora, ¿quieres?
-Mi Sophie siempre tan arisca…-sonrió
pasándome una mano por el pelo.-Pero bueno, al menos ahora estás trabajando con
los Lennon… Ay, ese chico siempre me ha gustado. Muy guapete, la verdad…
-Mamá, ése al que tú llamas
guapete es mi jefe.
-Pese a que sea tu jefe no deja
de ser un chico muy apañado.
Bufé con fastidio. ¿Por qué las
conversaciones con mi madre siempre tenían que ser tan de besugos? Era mi
madre, me había traído al mundo y no estaba bien que yo sintiera ganas de
meterle la cabeza en el inodoro y tirar de la cadena, pero sin embargo, era
algo inevitable cada vez que cruzaba más de cuatro palabras seguidas con ella.
-Bueno, dejemos estar ahora mi
trabajo y pasemos al comedor.-dije de repente dando por zanjado aquel
tema.-Tengo ganas de sentarme ya.
Sin esperar siquiera a que nadie me
contestara, entre en el salón y me tiré sobre el sofá de un modo muy poco
femenino que hizo que mi madre, que venía tras de mí con un asombrado Sven,
soltara un suspiro de resignación.
-Bueno, mamá…-solté cuando los
dos se hubieron sentado también.-Supongo que ya no hace falta que disimulemos
más… ¿Qué es lo que quieres?
-Algún día me gustaría saber por
qué eres así conmigo…-suspiró con aires melodramáticos. No obstante, la conocía
demasiado bien como para saber que estaba fingiendo y que, en realidad, mi
carácter y mi actitud le importaban un pimiento.-Pero en fin, esta vez tienes
razón: he venido aquí para decirte algo importante.
No pude evitar dibujar una
sonrisilla de autosuficiencia en mi cara. ¡Si es que ya sabía yo que una visita
suya no se producía porque sí, sin más!
-Pues tú dirás.-dije.
Mi madre agarró aire y soltó otro
inmenso suspiro antes de hablar.
-Sophie, cariño… Verás, he
conocido a alguien.
Borré de inmediato la sonrisilla
petulante de mi rostro nada más escuché aquello y la miré con incredulidad.
-¿Cómo? ¿Cómo que has conocido a
alguien?
-Sí, hija, sí…-respondió en tono
cansado.-He conocido a un hombre, tampoco es tan extraño, ¿no?
Abrí la boca por la sorpresa.
-Pe… pe… ¡pero mamá!-exclamé-¿Cómo
que un hombre? ¿Y… y papá?
-¡Ya sabía yo que ibas a salir
con eso!-dijo con indignación.-Es obvio que he pedido el divorcio.
-¡¿Obvio?!-casi grité.
-Por supuesto que es obvio,
Sophie.-me contestó con vehemencia.-No voy a seguir con él si estoy con Gilbert…
-Espera un segundo que me aclare…-balbuceé
aún fuera de juego por el shock de la noticia.-¿Vas a dejar a papá por un
amante?
-No sé de qué te escandalizas,
hija…-suspiró mientras se sacaba un cigarrillo de la pitillera y se lo
encendía.-Te hacía más abierta de mente…
-Pero…
-No hay peros que valgan.-siguió antes
de darle la primera calada a su cigarrillo.-Tu padre siempre ha sido un
mequetrefe. Y una mujer a veces necesita de… un hombre, ya me entiendes.
Reprimí una mueca de asco cuando
dijo aquello. Por supuesto que la entendía, aunque hubiera preferido no
hacerlo.
-¿Cómo que un hombre? ¡Papá es un
hombre!
Mi madre soltó una carcajada nada
más dije aquello.
-¿Un hombre?-preguntó
irónica.-Cariño, no me hagas reír… Si yo te contara…
-Mejor no me lo cuentes.-me
apresuré a cortarla: lo último que quería en esos momentos era escuchar relatos
sobre la vida sexual de mis padres. Sólo de pensarlo me entraban arcadas.
-Como quieras, hija… Aun así creo
que en lugar de escandalizarte como una vieja rancia, deberías alegrarte por mí:
Gilbert es atento, elegante, atractivo y tiene su propia empresa. Y es un hombre.
La escuché decir aquello
alucinada. O sea, que mi madre iba a dejar a mi padre por un tipo con dinero y
que según ella follaba mejor. Asqueroso en todos los sentidos.
-Pero… ¿y qué va a ser de
papá?-pregunté sin saber muy bien qué decir. En realidad, también era una
preocupación sincera: mi padre siempre había sido muy poca cosa y aquello
seguro que le caía como un inmenso jarro de agua fría.
-Eso ya no es mi problema, hija.
-¡Eres una egoísta!-exclamé
furiosa.-¿Te has parado a pensar que quizá él te necesite? ¡Vas a dejar a papá
hecho una piltrafa!
-Papá, papá, papá… Siempre papá…-masculló
mi madre de mala gana.-Toda la vida lo has defendido.
-Porque quizá lo necesitara.
-Ay, hija, deberías dejar de
defenderlo tanto…-dijo con calma mirándome a los ojos. Después lanzó un suspiro
y añadió:-A fin de cuentas, ni siquiera es tu padre.
Si en aquellos momentos alguien
me hubiera dado una puñalada, seguro que no hubiera ni siquiera sangrado. Me
quedé lívida, más blanca que la pared, intentando asimilar lo que me acababa de
soltar como si tal cosa.
-¿Q… qué?-tartamudeé al cabo de
unos instantes.
-Que ése al que tú llamas papá ni
siquiera es tu padre de verdad.-respondió con total tranquilidad.-Ya te he
dicho que jamás se comportó como un hombre.
-Esto no puede estar pasando…-murmuré.-¿Hablas
en serio?
-Totalmente en serio,
hija.-contestó. Su rostro evidenciaba que no se trataba de ninguna broma
pesada: aquello era verdad, y tan verdad.-Ya era hora de que lo supieras…
Pensaba que con el tiempo te darías cuenta de que no te pareces en nada a él,
pero veo que no.
-Oh, Dios mío…-susurré casi en
estado de shock.
-Conocí a tu verdadero padre a principios
del 50, cuando trabajaba como camarera en el puerto.-empezó a explicar mi madre
aunque yo no se lo hubiera pedido.-Era simpático, gracioso y… bueno, yo estaba
necesitada de… amor.
-¡Mamá!
-Es la pura verdad, Sophie.-dijo
con parsimonia.-Estuvo por aquí durante unas semanas y quedé embarazada. Mantuvimos
contacto por carta durante unos meses, incluso me decía que se haría cargo de
ti cuando nacieras. Pero bueno, ya conoces a los hombres… Al cabo de un tiempo
la cosa se enfrío y perdimos el contacto. Ya no supe más de él hasta unos años
después. En fin, ya sabes la verdad.
-Que alguien me diga que esto es
una pesadilla, por favor…
-¿Pesadilla? Te aseguro que esto
es de todo menos una pesadilla…-sonrió mi madre antes de levantarse de su
asiento. Después, se acercó hacia mí y me dio otro sonoro beso en la mejilla
que aún tenía limpia de su carmín.-Anda, cariño, no te lo tomes a mal… Todo el
mundo ha sido joven alguna vez y hecho sus locuras, incluso yo. Mañana pasaré a
verte de nuevo y acabaremos con esta conversación, ¿sí?
Se me quedó mirando durante unos
segundos, esperando a que yo le contestara algo. No obstante, lo único que obtuvo
de mí fue una mirada psicótica que, obviamente, ella no supo interpretar.
-Bien, hijita, he de irme.-dijo
agarrando ya su bolso.-Mi Gilbert me espera.
Sven y yo estuvimos en silencio
mientras observábamos como mi madre se largaba de allí. No movimos ni tan
siquiera un dedo hasta que no escuchamos la puerta de casa cerrarse.
-Dime Sven…-mascullé de pronto
rompiendo mi silencio.-¿Qué tenía el mundo contra mí para hacerme nacer del vientre
de Arabella Jackson?
-Creo que a partir de ahora
deberías de volver a usar su apellido de soltera…-contestó él con un hilillo de
voz.
-Sí, claro…-refunfuñé-Escucha,
Sven Eriksson: trae marihuana. Mucha. Y alcohol. También mucho. Creo que lo voy
a necesitar.
-Y yo creo que también lo voy a
necesitar, Sophie Jackson.
-Creo que a partir de ahora
deberías usar mi verdadero apellido… Sea cual sea.
-Mejor sigo llamándote Soph y ya
está.-contestó Sven.-Y ahora, querida compañera y amiga, pillémonos un buen
pedo y olvidémonos de esto.
-Sí, por favor. Olvidémonos de
todo esto… Al menos hasta que mi madre vuelva a aparecer por aquí.
Hola holaaaaa! Qué tal se han pasado estos días? Espero que lo mejor posible. Bien, aquí me tenéis de nuevo con otro capi de este Dakota, que espero que pese a que no haya sido un capítulo de los "graciosos" como los demás, os haya gustado. Creedme: ha sido un capi necesario aunque no haya sido para morirse de risa.... jajaja. Prometo que al siguiente sí que os vais a reír, o al menos intentaré que lo hagáis.
Espero que sigáis pasándolo bien y... NOS VEMOS EN EL SEXTO!
Besotes, reinas! Mua mua!
Muy bueno, O.O q onda la madre de Sophie osea recién ahora se lo dice?!? wtf?! Weno como siempre es bueno tener un compañero como Sven q te hace olvidar de todo XD
ResponderEliminarMe pongo a cantar acá,
ResponderEliminarEn este fic de Cristina,
Que escribe tan bien y me inspira,
No tanto como su tocaya.
Es por eso que aquí llego
Con mis versos desordenados
Y mi guitarra pobre y llorona
Que no aguanta mis cantos.
Me acerco rápido a payar,
Que nada tiene que ver con gitanos,
Porque yo soy gaucha y no guacha
Y me pongo a improvisar
Desde Mercedes vengo a saludar
Al pueblo de Muro, lejanooooooooooo.
Uhhh Cloqueeeell mil años que no hacía una rima y justo hoy me agarraste media criolla y escuchando a los payadores, por eso salió esta pelotudez que acabo de escribir que encima ni tiene sentido. Para que te des una idea, suena más o menos así: http://www.youtube.com/watch?v=gW6Z-nXq9MU
Día histórico, sentite contenta jajajaja.
Bué, me dejo de llenarte el comentario de giladas que no vienen al caso, y paso a usar esto como se debe: o sea, a comentar.
Sophie se llevó el chasco del año al haber creído que trabajar ahí sería sinónimo de locura y desenfreno…Uy sí, el único desenfreno debe ser cuando Sean patina sobre el piso encerado y no alcanza a frenar y se cae o se lleva algo por delante. Lo bueno, lo que viene a remediar la sensación rara que nos dejó el ultimo capi, es que NO LA ECHARON! ¡Bieeeeeen! ¡Al fin se hace justicia en este mundo cruel! No creí que iba a decir esto pero…AGUANTE ROSAURA. Rosaura a las diez jajjajaa. Ya me parecía que no era la gallega de Intratables (uy, el lunes pasado se peleó con un sindicalista y al tipo le agarró un ataque de nervios y fue una lástima que no se tiraran con cosas porque fue simplemente hermoso XD) La que deja bastante que desear es la Misako. Maldita karateka, Sophie zafa de tener que verle la cara a Yoko todo el tiempo, pero está su clon oriental, así que prácticamente es lo mismo. ¿Qué te pasa Misako? Andá a buscarte un hombre y dejate de joder. Lo genial es que Sean le hace un caso tremendo a la japo…Bien ahí, alguien que la desafíe. (Entre nos, creo que a Misako le gusta el John. Pensalo.)
Sigo. Sé muy bien lo que es filosofar. De hecho, cuando estoy sola, lo hago todo el tiempo. Te filosofo en la habitación, en la cocina, en el baño, en la calle…Todo al pedo porque nunca soluciono nada, y quedan mil cosas sin hacer. Así que entiendo a Sophie y su semejante “cuelgue”, que ni John ha podido interrumpir. Claro que cuando lo logró, flor de susto se pegó la chica. Por lo menos, a John le sudará bastante todo y dejará que Yoko haga y deshaga, pero no se ha dejado influir tanto como para ser tan recto y perder el desenfado que tiene con todo el mundo. Y eso se le nota con Sophie, que la pobre piensa que la va a despedir porque mete la pata todo el tiempo y él se queda tan pancho y encima le convida cigarrillos buenos y le cuenta sus penas. ¿Calvo, gordo, y feo? Mmmm….creo que se confundieron de Winston, hablan de Churchill, aunque yo le agregaría “cara de cerdito” jajaja. Dale John, dejate de joder, no te preocupes, Sophie tiene razón. Por cierto, salí un poco afuera, que te vean la cara, aprovechá el día bonito que hace. ¡Movete un poco, hijo!
En fin, creo que la dejó desconcertada tanta confianza por parte de su jefe, yo también lo estaría, nadie de la nada o de verte un par de veces viene y te cuenta eso. Seguro que lo necesitaba, la Yoko lo debe mandar a pasear, la Misako debe estar re loca y Rosaura tendrá prohibido hablarle. El tipo buscará alguien sin tantas vueltas para poder hablar, es lógico.
Pero bueno, la piba llega re extrañada a casa, quizás pensando que se encontraría a Sven rascándose los huevos como siempre, y resulta que, oh milagro, no está haciendo eso, sino que está atendiendo visitas…y qué visitas. Madonna santa, qué mamita se encargó la Sophie. Es tener eso de madre, y no desear vivir nunca más. Ahora ya sabemos porqué es toda irresponsable, mirá quién la parió. Encima ventilando que el padre es impotente digo…cof, cof, cof, perdón Sophie, no quería decirlo tan así, pero es que tu padre….ah, perdón, tampoco es tu padre…Qué problema. Na, en serio, encima la madre le dice así como así, que no es el padre y le da la obvia explicación, si es impotente cómo mierda la va a engendrar si no se le parBASTA. O sea, Sophie, quedaste huérfana, porque resulta que no tenés padre y te sugeriría que…mates a la vieja. Pero primero hacete amiga del novio, así te da algo. Ahora, nótese una cosa: primera vez que Sophie tiene un problema gordo y no es culpa de Sven! ¡No le vean sólo el lado malo, pobrecito!
ResponderEliminarBueno, con todo eso, es super normal que quiera fumarse todo lo fumable del mundo y tomarse hasta los perfumes. Si es que es liviana su solución, yo me mataría y hasta luego.
Y hablando de hasta luego, te digo hasta luego, que esto está más largo que línea de subterráneo de Tokio. Hablando de japoneses…
P/D1: ¿Te canto otra vez? No, mejor no XD
P/D2: Soy un genio, has frotado una lámpara y he salido para cumplirte un deseo. Sí, sólo uno, hay crisis. ¿Querías ver un delfín? Lo pedís, lo tenés: http://www.youtube.com/watch?v=tJAN6eW_HgI
P/D3: Me debés plata. XDDD
P/D4: No hay bendiciones de ningún gato, Andry anda ofendido, o enfermo. En fin, no me da bola.
P/D5: La madre de Sophie, ya que tiene tanta facilidad, podría conseguirle algo a la Misako, así corta con la mala onda.
P/D6: Atención a esto: Jejeje. *guiño* *guiño* *guiño*
P/D7: Reitero mis felicitaciones, sos la reina, la jefa, la patrona, the star of the fics.
P/D8: Ya, ya, ya me voy con la música a otra parte. Adéu!
¡Me encantó el capítulo! ¿Cómo que no ha sido para morirse de la risa? lo fue, si no es así, entonces soy un fenómeno porque me reí mucho XD es inevitable, Sophie es tan chistosa, y ya veo de donde viene lo divertida... esa herencia familiar indudable XD
ResponderEliminarPero sin duda, mi parte favorita del capítulo, fue imaginarme la mirada de John, aquella que le sostuvo a Sophie. ¡Es un encanto!
Sube pronto, por favor, debo confesar que este es uno de mis fics favoritos... si ya lo hice, lo siento, debía decirlo XD
¡Un beso! <3