lunes, 14 de octubre de 2013

VUELO 937 Capítulo 12



Aquel otoño me había traído consigo muchísimas cosas nuevas, tantas que cuando volvía la vista atrás y repasaba cómo había sido mi vida en los últimos meses, me entraba un vértigo tremendo. Y toda aquella inmensa espiral de acontecimientos había venido desencadenada por una sola cosa: mi relación con John se había hecho pública y ya todo el mundo sabía quién era.

Desde que había aparecido con John el día del estreno de la famosa película que había rodado en España (y de la cual desconocía su título hasta pocos días antes de su estreno), mi vida se había convertido en un completo caos. No podía pisar la calle sin que me reconocieran y la prensa y las fans de los chicos tampoco parecían dispuestas a dejarme llevar una vida normal por más que me empeñara. A decir verdad, me había costado menos acostumbrarme a vivir en una época que no era la mía que a la “fama”.

Aquello, por supuesto, había traído parejo cambios sustanciales en mi vida. Aparte de haber perdido para siempre la tranquilidad que me ofrecía el anonimato, también había tenido que dejar el trabajo en la tienda. Tan sólo había podido aguantar un par de semanas en el trabajo desde que había salido a la luz lo mío con John, pero es que trabajar allí se había vuelto imposible: decenas de curiosos colapsaban la tienda a todas horas para ver a la novia de Lennon, incluso puede que más de uno tuviera la esperanza de encontrárselo a él mismo en persona allí dentro, y espantaban a los clientes de verdad, que preferían irse a otros sitios más tranquilos a comprar. Además, para colmo, una semana después de que todo el mundo supiera lo mío, unas fotos aparecidas en una revista en las que se veía a Ringo con Anna y que también dejaban lo suyo al descubierto, habían hecho que nuestro trabajo en la tienda se hiciera más que imposible en pocos días. De este modo nuestro jefe apareció en la tienda una mañana y nos invitó, a Anna y a mí, muy sutilmente pero sin contemplaciones a abandonar nuestro trabajo. No estábamos saliendo con personas normales, nos dijo, y eso también nos impedía llevar una vida normal aunque lo deseáramos. Y pese a nuestro cabreo inicial por todo lo que nos había dicho, no tuvimos más remedio que acabar dándole la razón: estaba completamente en lo cierto.

Pero a pesar de lo que dijera John, quien, por cierto, había recibido la noticia de nuestro “despido” con una alegría que a mí me enfureció, sobre que todo era mejor así, a mí no me lo parecía. Porque una cosa tenía muy clara: por más que quisiera a John me negaba a ser una mantenida suya, y menos llevando tan poco tiempo juntos como llevábamos en aquellos momentos.

Así pues, mis primeras semanas sin trabajo se convirtieron poco más o menos que en un verdadero suplicio de puro ocio y desesperación. Y una vez más, tal y como había hecho unos meses antes cuando había aterrizado en aquel Londres de los sesenta, Anna me salvó la papeleta. Ella, pese a que también se negara a ser la mera novia de Ringo Starr y vivir de la sopa boba, había aprovechado la falta de trabajo en la tienda para dedicarse a una de sus pasiones de toda la vida y que yo desconocía hasta el momento: tocar el piano. Se le daba francamente bien e incluso un productor de música clásica se había interesado por ella. Sólo era cuestión de tiempo y esfuerzo que Anna pudiera vivir de lo que realmente le gustaba desde siempre.

Fue Anna, pues, quien me propuso sumergirme en “mis verdaderas vocaciones” y fue así como retomé una de mis pasiones; una pasión, por cierto, que hacía meses que tenía en el más completo de los olvidos: escribir. Una máquina de escribir de teclas duras pero a la que pronto me acostumbré como si nada se convirtió en mi compañera de fatigas durante mis ratos de soledad, ayudándome a dar forma a las decenas de pequeños relatos que iban apareciendo en mi mente.

Contaba, además, con un corrector de excepción. John, nada más descubrió mi pasión oculta, se destapó ante mí como un ávido lector, perspicaz y crítico cuando hacía falta, que releía una y otra vez todos y cada uno de mis relatos, analizándolos y diciéndome qué le parecían e incluso proponiéndome pequeños cambios. Me encantaba que hiciera aquello e incluso me atrevería a decir que se convirtió en un acto íntimo más de nuestra vida cotidiana.

No obstante, lo que no me gustaba tanto era su insistencia por intentar publicarlos. Él aseguraba que eran buenos, que cualquier editor estaría encantado de hacerlo, pero a mí aquella idea me aterraba. Me aterraba por una simple razón: tenía miedo a que la crítica me destrozara o me ensalzara sólo por el hecho de ser la pareja de un Beatle. Si tenía que hundirme o si tenía que triunfar, quería que fuera por mis propios méritos y por nada más.

Aquella tarde fría y lluviosa del mes de diciembre había sido muy productiva. John tenía trabajo con los chicos y yo aproveché mi soledad y el mal tiempo que me impedía salir para apalancarme en mi apartamento delante de la estufa y escribir de una manera casi febril un relato que, como el tiempo en el exterior, era gris y oscuro, pero con el cual me sentía extrañamente satisfecha. Contenta, puse el punto final y saqué la última hoja de la máquina de escribir. Empecé a revisarlo, bolígrafo en mano como siempre, intentando avistar cualquier error que se me hubiera colado mientras escribía. Y así estaba, concentrada en la lectura cuando, a los pocos minutos, sin llevar todavía ni media página leída, llamaron al timbre de manera insistente.

Levanté la cabeza sin poder evitar dibujar una inmensa sonrisa en mi cara a la vez que dejaba la hoja que estaba leyendo sobre la mesa. Reconocía demasiado bien aquel modo de llamar al timbre como para no saber quién era. Me puse en pie apresurada y abrí la puerta. Allí, efectivamente, me esperaba un John que parecía extrañamente feliz.

-Hola, preciosa.-me saludó nada más me vio antes de darme un beso.-¡Vaya, qué calentito se está aquí! No sabes el tiempo de perros que hace afuera…

-Hola, Johnny.-sonreí yo cerrando la puerta nuevamente tras nosotros a la vez que él se dejaba caer sobre el sofá.-Un día vais a caer tú y el sofá al piso de abajo.

-Vamos, Bri, no te quejes tanto y vente aquí a mi lado.-me contestó divertido.

No quise contestarle nada y me fui con él, sentándome a su lado. Nada más lo hice, John dibujó una inmensa sonrisa en su cara a la vez que me rodeaba los hombros con su brazo y me acercaba a él.

-Oye, Johnny…-pregunté medio en serio medio en broma, mirándolo.-¿Y esa felicidad que traes encima a qué se debe?

John soltó una pequeña carcajada antes de contestarme.

-No se te escapa una, ¿eh?-dijo al fin.-Viene a que… Mi novia me ha invitado a quedarme a dormir hoy en su casa.

-¿Ah, sí? ¿Te ha invitado?-le sonreí yo pícaramente.

-Y si no lo ha hecho me invitará, que lo sé yo…

Antes incluso de que pudiera decirle nada, John me plantó un beso de lo más tierno al que, obviamente, fui incapaz de resistirme.

-Creo que me has convencido, invitado.-susurré cuando nos separamos.

-¿Ves? Te lo había dicho.

Le di un toque en la nariz divertida antes de plantarle otro beso, esta vez en la mejilla.

-Pero ahora en serio, Johnny, muy contento te veo yo hoy…-le dije. Sabía que me estaba ocultando algo, ya lo conocía lo suficientemente bien.-¿Qué tramas?

John dibujo una media sonrisa y agarró aire antes de contestarme.

-Vale, Bri, te lo cuento.-suspiró al fin.-Son buenas noticias, pero… A ver Bri, prométeme que no te enfadarás.

-John… ¿Por qué me tendría que enfadar si traes buenas noticias?-pregunté extrañada mirándole a los ojos.

-Porque te conozco y tienes genio.-sonrió él. Por toda respuesta, yo le dediqué una mirada interrogante, animándole a continuar. No quería prometerle nada porque aquella frase me daba a entender que me iba a enfadar de verdad.-De acuerdo, está bien, te lo diré…Esta tarde, cuando he acabado la reunión con los chicos, me he encontrado con Tom.

-¿Qué Tom?

-Tom Maschler, mi editor.

No hizo falta que John me dijera nada más para que yo entendiera perfectamente por dónde iban los tiros en todo aquel asunto. Le dediqué una mirada furiosa; tenía razón: efectivamente, me había enfadado.

-John.-dije secamente.-Dime que no has ido a ver a tu editor para lo que yo me estoy imaginando.

-Bri, cariño…-me respondió él confirmando así que mis sospechas eran ciertas.-Son buenos, tú lo sabes. ¡Son perfectamente publicables!

-No me puedo creer que hayas hecho esto a mis espaldas.-mascullé enfadada girando la cara para evitar la caricia que John había empezado a darme.-Ya hemos hablado de esto muchas veces y sabes lo que opino al respecto.

-No me hubieras dejado de no haberlo hecho a tus espaldas.-suspiró.-Bri, mira, le he enseñado uno de tus relatos a Tom y le ha gustado muchísimo. Él opina lo mismo que yo.

Me mantuve unos segundos en silencio, pensando. Estaba enfadada con él, sí, pero más que nada estaba aterrada ante la idea de que las cosas no salieran bien sólo por el simple hecho de que mi pareja fuera quien fuera.

-Ey, cariño…-susurró él suavemente pasándome la mano por la cara de nuevo. Aquella vez, no me aparté: estaba demasiado metida en mis pensamientos como para hacerlo.-Le he comentado todo lo que dijimos, todo lo que no te hace gracia...

-¿En serio?-pregunté queriendo sonar lo más sarcástica que pude.

John soltó un suspiro, resignado antes de continuar hablando.

-No te me pongas en ese plan ahora, por favor.-masculló.-Escúchame… Tom me ha propuesto algo perfecto, algo que borraría de un plumazo todas tus preocupaciones.

Me volví hacia él y lo miré intrigada.

-¿Qué te ha dicho?-me sorprendí preguntando, curiosa.

-Me ha dicho que podrías publicar tus relatos bajo pseudónimo.

Me quedé mirándolo casi con la boca abierta. Aquella idea, tan simple, no se nos había pasado por la cabeza a ninguno de los dos. Y era verdad: si publicaba bajo pseudónimo y conseguía mantenerme bajo esa identidad al menos al principio, todos mis temores no tenían ningún fundamento. Era, por así decirlo, la única manera de ver si aquello que hacía con tanta pasión valía o no valía la pena de verdad, sin tener en cuenta otros aspectos de mi vida personal.

-¿Verdad qué es genial?-preguntó John sin poder evitar soltar una pequeña risita cuando vio mi cara.

-Pues…-mascullé.-No lo había pensado, pero…

-Vamos, Bri, no me vengas con medias tintas. ¡Sabes que es perfecto!

Sin darme ni siquiera tiempo a que pudiera contestar nada, John me abrazó, contento. Sabía muy bien que había conseguido convencerme, pero también sabía igual de bien que no iba a darle, al menos en un primer momento, la razón de manera abierta. A aquellas alturas ya empezábamos a conocernos bastante bien como para saber de qué pie cojeábamos cada uno.

-Quiere verte antes de Navidades.-me dijo cuando se separó de mí.-Ya verás como todo sale bien.

***********************************

Jueves, 9 de abril de 1987
Londres

Aún notaba como las lágrimas, cálidas y húmedas, resbalaban a través de mis mejillas mientras todo el mundo me clavaba la mirada. Ni siquiera el firme abrazo de John, algo que siempre me había servido para evadirme de todo, era suficiente para tranquilizarme. Y es que aquel silencio, aquel dolor, aquella incertidumbre que podía percibir en los rostros de todos se me hacía prácticamente insoportable.

De este modo, me solté suavemente del John y me puse en pie de repente, decidida. Necesitaba escapar de allí, estar sola. Necesitaba aire antes de que acabara ahogándome allí mismo del agobio.

-Voy un rato al porche.-les aclaré a todos a la vez que me secaba las lágrimas con la palma de la mano.-Necesito estar sola.

Sin tan siquiera esperarme a que nadie dijera nada, me encaminé hacia la puerta del comedor con paso firme.

-Briseida, no puedes…-empezó a decir Greg poniéndose de pie casi de un salto.

Me volví hacia él, dispuesta a decirle algo, pero antes de que yo pudiera hacerlo John se puso en pie también, interponiéndose entre Greg y yo.

-Déjala.-siseó sin ser capaz de ocultar la rabia que sentía hacia aquel hombre.-Déjala, joder.

-Pero…

-No se te ocurra acercarte a ella para nada, cabrón.-le interrumpió John, amenazante.

Greg soltó un bufido de resignación.

-Está bien.-claudicó al fin antes de volverse a sentar en el sillón que había estado ocupando hasta aquel momento.-Como queráis.

Le dediqué a John una sonrisa triste a modo de agradecimiento y salí de allí, sin más. Salí por la puerta de la cocina al jardín posterior y me apoyé en la barandilla del porche, pensativa. Era de noche cerrada y hacía frío, incluso había empezado a lloviznar, pero aquello, a mí, era lo que menos me importaba en aquellos momentos. Saqué de mi bolsillo el paquete de cigarrillos que le había pillado a John aquella misma tarde y me encendí uno. Ya daba igual que fumara o no, ya daba igual todo, y, además, aquello me ayudaría a relajarme un poco.

Ni siquiera tomé consciencia de cuánto pasé allí ni de cuántos cigarrillos seguidos me fumé, pensando en todo, llorando a ratos y recordando todo lo que había vivido todos aquellos años junto a las personas que más feliz me habían hecho.

Tal vez por eso, por aquel encierro que había hecho en mí misma, ni siquiera me di cuenta de que no estaba sola hasta que una tos forzada para llamar mi atención sonó a mi lado. Sobresaltada y molesta por aquella interrupción a mi soledad, me volví. Sólo cuando vi a Julie allí a mi lado, triste como nunca en su vida la había visto, me olvidé de todo aquello. Ella, la alegría personificada, ahora parecía un alma en pena. Mentiría si dijera que no se me cayó el alma a los pies cuando lo vi así.

-Julie, cariño…

-Hola, mamá.-susurró.-Siento haberte molestado.

Me autoimpuse dedicarle una sonrisa antes de rodearle los hombros con el brazo.

-No pasa nada, cariño. Tú no molestas nunca.

Hubo unos segundos de silencio entre las dos.

-Mamá…-susurró de repente Julie.-¿Es…? ¿Es cierto todo lo que dice ese hombre sobre ti?

Tragué saliva antes de contestar. Ella ya sabía de sobras cual era la respuesta, pero exigía una confirmación por mi parte. Una confirmación, por cierto, que yo no podía negarle.

-Sí.-murmuré yo con un hilillo de voz, abrazándola aún más fuerte contra mí.

-Entonces…¿vas a nacer ahora? ¿Eres más joven que yo?

La pregunta de Julie de tan rara como era y, tal vez, de tan banal no pudo menos que arrancarme una sonrisa sincera.

-Julia, no seas ridícula.-le contesté intentando parecer divertida ante la situación.-Tengo cuarenta y seis años, por supuesto que no soy más joven que tú.

Julie me dedicó una media sonrisa, aunque se la veía inmensamente triste de todos modos.

-Casi cuarenta y seis. Aún falta un rato para que nazcas.-me corrigió ella borrando automáticamente la sonrisa de la cara: no hacía falta ser muy ancho de miras para saber que ella estaba pensando, como yo, en lo que iba a suceder cuando realmente cumpliera los cuarenta y seis.-Mamá…-susurró al cabo de unos segundos con un hilillo de voz.-Yo… Yo lo único que quiero es que estés bien. No… No te vayas.

Apenas pudo acabar de decir esa última frase antes de que la voz se le rompiera totalmente y empezara a llorar dolorosamente a mi lado. La abracé. La abracé fuerte entre mis brazos sin poder contener yo tampoco mis lágrimas. Y allí, en medio de aquella noche fría y desapacible, madre e hija nos mantuvimos unidas en aquel abrazo, llorando en silencio, sin estridencias, pero con el peso más grande en el alma que habíamos tenido jamás.

***********************************

El ruido de la televisión de los vecinos me despertó de buena mañana. Ya estaba empezando a hartarme de ellos y de su manía de ver las noticias de la BBC a todo volumen de buena mañana. Abrí los ojos molesta y solté un resoplido de fastidio. No obstante, enseguida esbocé una sonrisa cuando vi a John durmiendo plácidamente a mi lado, ajeno a todos los ruidos y hecho un ovillo. Sin poderme resistir, le di un suave beso en la mejilla apenas imperceptible para no despertarlo, antes de levantarme con cuidado de la cama y salir silenciosa de la habitación.

Me metí en la cocina dispuesta a preparar el desayuno y, cuando ni siquiera no había ni empezado, escuché la puerta de mi habitación abrirse de nuevo. Me volví hacia la puerta, sonriente, justo en el momento en el que un John con cara de sueño con una pinta de lo más graciosa aparecía por allí.

-Buenos días, preciosa.-saludó con la voz todavía pastosa.

-Buenos días, guapo.-le devolví yo el saludo.-¿Qué tal has dormido?

-Qué preguntas haces… Siempre que duermo contigo, duermo genial, Bri.-contestó acercándose hacia mí y dándome un beso de buenos días. Le dediqué una sonrisa, sincera.-¿Qué estás haciendo?

-Iba a preparar algo e desayuno.-le contesté.-¿Qué te apetece?

-Con cualquier cosa me apaño.

Hicimos el desayuno entre los dos aunque la ayuda de John me sirvió de más bien poco: se le notaba a la legua que no estaba acostumbrado a preparar nada en la cocina más allá que té o café. Pero aún así, aquello nos sirvió para pegarnos unas risas mañaneras.

-¿Sabes?-me dijo John nada más nos sentamos a desayunar ante la mesa del comedor.-Ayer se me olvidó comentarte algo.

-¿Ah, sí?-después de darle un sorbo a mi café.-Pues tú dirás.

-Ayer por la mañana estuve hablando con Mimi.-dijo empezando a untarse mermelada en una tostada.-Se acerca Navidad y bueno, siempre se me pone en plan pesado para que vaya a visitarla.

-Es normal.-sonreí.-Al fin y al cabo eres su sobrino favorito, ¿no?

-Créeme: a veces paso de ser el favorito a ser al que querría matar.-bromeó haciendo que yo también soltara una risita. Sabía que tenía toda la razón: muchas de las actitudes de John ponían a la recta Tía Mimi de los nervios.

-¿Y qué te dijo Mimi?

-Me dijo que…-dijo esto y levantó la cara para mirarme con una sonrisa pícara.-Me dijo que “a ver cuándo me vas a presentar a esa novia tuya porque a este paso la va a conocer todo el mundo antes que yo”.

Tragué el bocado que estaba masticando casi en el acto aun a riesgo de atragantarme. Lo miré atónita. Sabía que ese momento tarde o temprano debía de llegar, pero hubiera preferido que hubiera sido más tarde que temprano. No es que tuviera nada en contra de Mimi, con la que con el tiempo me llegué a llevar más o menos bien, pero las historias de la tía estricta y cascarrabias que me contaba John me aterraban. Y, pese a que sabía que tía y sobrino en realidad se adoraran mutuamente y que Mimi acabaría aceptando cualquier cosa que concerniera a John, incluida yo, por poco que le gustara, aquel encuentro, sólo de imaginarlo, me ponía de los nervios.

-Vaya…-mascullé al cabo de unos segundos obligándome a mí misma a dibujar una sonrisa.-Será fabuloso conocerla.

-Déjate estar de “fabulosos”, Bri.-rió John. Mi cara de susto debió de ser tan evidente que él, soltando una carcajada, se apresuró a añadir:-Tranquila, boba… Mimi no es para tanto, ya verás cómo va todo sobre ruedas.

-Eso espero.-le contesté volviendo a recuperar la sonrisa.-No me gustaría tenerla en contra.

-Bah, tonterías. No la vas a tener en contra para nada.-dijo él.

Hubo unos segundos de silencio mientras comíamos. Yo estaba demasiado concentrada en mis propios pensamientos sobre cómo iba a ser conocer a la famosa Tía Mimi como para poder entablar ninguna nueva conversación.

-Oye, Bri…-dijo de repente John, rompiendo el silencio, al cabo de unos instantes.

-¿Qué?

-Pues que…-sonrió.-Tú vas a conocer a Mimi ya, ¿no?

-Eso parece.

-Entonces… ¿Para cuándo un viajecito a España para conocer a tu familia?

Afortunadamente, no estaba masticando nada cuando John dijo aquello porque, de haberlo estado, me hubiera atragantado seguro. ¿Conocer a mi familia? ¡Aquello era imposible! Mi familia vivía en una época completamente distinta a la nuestra y mis padres no eran más que un par de niños. Con la desagradable sensación de sentir como la sangre se me helaba en las venas, le dediqué una mirada cargada de pánico a John.

-¿Qué te ocurre?-preguntó él, incluso podría decirse que algo asustado.-¿Crees que no les gustaré? ¿No quieres que les conozca? Nunca hemos hablado de los tuyos, pero si crees que las cosas no…

Me quedé mirándolo, pensando. En pocos segundos, mi mente empezó a idear un montón de cosas. No obstante, descarté pronto las tentadoras ideas de decirle que mi familia había muerto o que no me hablaba con ellos. Lo descarté por una simple razón: quería a John con toda mi alma y decirle aquello suponía estar contándole la más vil mentira que jamás pudiera concebir. Repentinamente, me sentí mal, muy mal, por haberlo tenido viviendo en un engaño. Yo a aquellas alturas lo sabía prácticamente todo de él, incluida hasta su extensísima lista de amantes de antes de que yo apareciera, incluida toda la brutal historia de su infancia y lo mucho que había sufrido por ello. ¿Y él que sabía de mí? Nada. No sabía absolutamente nada porque yo jamás se lo había contado por ese afán de guardar celosamente mi secreto y ,para qué negarlo, también por miedo. Miedo a que John me tomara por loca y saliera huyendo despavorido de mi vida con la misma velocidad con la que había entrado en ella.

Clavé mis ojos en los suyos nuevamente: su mirada, curiosa y preocupada, me desarmó enseguida. Él no merecía estar viviendo en una mentira, merecía saber todo acerca de mí. Y yo debería asumir las consecuencias de todo conforme pudiera. Ser sincera con él iba a ser mi mayor demostración de amor, aun a riesgo de lo que podría suceder. Agarré aire fuertemente y solté un sonoro suspiro.

-John, he de contarte algo.-murmuré sin despegar mis ojos de los suyos con un nudo en la garganta.-Tal vez yo no sea la persona que crees que soy.

-¿Cómo?-casi exclamó él.

-Déjame explicártelo.-suspiré.-Y, por favor, prométeme que no me tomarás por loca.

-Bri, ¿qué…?-empezó a decir él casi en un susurro.

-Prométemelo, John.-le corté.-Por lo que más quieras, prométemelo.

-Te lo prometo, cariño.-susurró él poniéndome su mano sobre la mía, en un gesto tranquilizador.-Te lo prometo. Yo jamás te tomaría por loca.

-Eso ya lo veremos…-murmuré yo sonriendo amargamente.-Bien, de acuerdo, allá vamos. Te lo contaré todo.





Hola! Bueno, aquí me tenéis de nuevo, bastante después de lo que me habría gustado publicar. No obstante, estuve afectada por un virus muy peligroso llamado "pereza crónica" que me impedía ponerme a escribir nada en condiciones. Ey, de verdad, estaba tan así que oye, me ponía a escribir y lo que hacía me salía fatal, así que paraba porque tampoco me apetecía sacar a la luz una mierda de capi, jajajaja.
Y por mí nada más, simplemente agradecer a todas las que estáis ahí, leyendo y comentando siempre.
Besotes genias! Muaaaaaaaaaaaaaaaaaa! 

8 comentarios:

  1. Hola!!!!!!!!!!!!!!
    Wow, WOW! Me encanta simplemente como escribes :') Bri le va a contar a John!! Bri escritora? Mhhh que interesante... en este capitulo solo se muestran charlas entre John y Bri, O me equivoco? Muejejejejeeje!!

    Espero Que subas Pronto ;D

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. El próximo capítulo es el que he estado esperando desde que Bri y John se conocieron (neta) ya quiero leerlo :O

    No se, este capítulo fue muy sensual (yo me entiendo) el chiste es que amo mucho como escribes :')

    bueno y ya para terminar... Yo también sufro de esa enfermedad, pero jamás me voy a curar de ella. xP Así que no te preocupes, somos muchos los que sufrimos de esa enfermedad. ^u^

    Cuídate mucho Cris te mando un besho. *v*/

    ResponderEliminar
  4. ME ENCANTOOO!!!! Puedo presumir que a mi se me ocurrió lo del pseudónimo antes que a Bri o a John, me sentí raramente sobrehumana (? jajajaja

    Julie es adorable, no sé porqué me la imagino rubia y tiernita :3

    Y... MUERO POR EL BOOOOOOM! de cuando le cuente la verdad, yo le hubiera dicho "oh, han muerto" para ponerme así bien dramática y eso, pero lo que Bri va a hacer es muchísimo mejor :3

    PRONTO, PUBLICA!

    ResponderEliminar
  5. Buenas noches. Nos dirigimos a usted con el fin de informarle nuestro desagrado con su proceder. Estábamos informados que nos contratarían para participar de su fanfic, y a último momento y por causas desconocidas, y además, sin previo aviso, no participamos y no recibimos ninguna explicación al respecto. Sepa que nuestro abogado se pondrá en contacto con usted en breve.
    Sin otro particular,
    Saludan atte.:
    Los Ositos Cariñositos.




    Bueno che, yo llegué a casa y estaba el cartero esperándome con la carta documento en la mano, y la abrí (bueno, ya sé que no se debe abrir la correspondencia) y me encuentro con esto...No sé eh, estos parecen tiernos y buenos, pero ya sabemos que esos son los peores. Si querés te paso el numero de un abogado, es (011) 4756-5458 Es de Buenos Aires, te saldrá cara la llamada.
    Y después de este asesoramiento legal, paso a comentaaaarrr! Y me quedó una rimaaaaa! Y no sé por qué gritooooo! Ah ya séeeee! Es porque es el fic de Criiiiissss! Ay la puta, qué insoportable estoy jajajja


    Ejem, ejem, ya mas calmada, paso a comentar con mas seriedad aunque no pueda escribir bien, básicamente porque tengo a un gato gritándome y mordiéndome las manos.
    A ver...qué joda tan grande ser famoso. Yo quisiera ser famosa y verme en las revistas, pero despues pienso que en las fotos salgo re mal, y si encima estoy en una revista...me agarraría un bajón de autoestima tremendo jajaa. Pero fuera de eso, el salir a la calle y que te corran, digo, te persigan, y te saquen fotos y te hagan preguntas boludas...Naaaaa, no aguantaría. Así que se lo dejo pa’ otros.
    Pero...toco el piano! I play the piano! Y toco valsecitos! Qué genial, mi sueño dorado que alguna vez cumpliré. Lo juré y lo haré, aunque sea una vieja jubilada que no entiende nada y me tengas que traer el pegamento de la dentadura porque sef mef caenf losf dientesh m’hija.
    Pero lo que es mas genial es que Bri...ESCRIBE! Síiiii!!!!!! Que le dé algo a la Anna, que algún momento del día creo yo que largará el piano (y a Ringo jeje) y hará otras cosas, como leer.
    Ah, me olvidaba: exijo la presencia del sindicato de empleados de comercio (SEC) por dos injustos despidos! Vamos compañeros! No nos dejen solas ante la patronal! A defender nuestros derechos de mujeres trabajadoras! Discriminación de género! *arma una bomba con nafta y una botella de coca cola* *la arroja* *incendio*

    Cof, cof, cof, después de haber inhalado gases lacrimógenos que la policía nos arrojó (represióoooonn) continúo. John merecería una golpiza de mis escobas mágicas, pero....es tan tierno, que se le perdona todo! Este chico está súper enamorado, me encanta! Es un dulce de leche! Tu mamá debe ser pastelera, para hacer bombones como vos! Bué, me calmo que ya te veo dándome a mí con las escobas mágicas. Pero es que...es tan dulce! Sí, da ganas de matarlo por meterse en cosas que no le incumben, y tomando decisiones, pero su intención era tan noble! Pueda ser que haya suerte y los publiquen y AMPLIO ÉXITO! Y que después se sepa quién los escribe y...MÁS ÉXITO! Y todo así XD

    ResponderEliminar
  6. Pero claro. Todo iba super tierno y dulce y rosa XD pero cayó piedra sin llover: la tía. La verdad es que con mis experiencias en tía, mis experiencias tiásticas (¿?) una tía no es una buena señal. Y más cuando la tía es, también, tu suegra. Así se combinan dos elementos maléficos, por lo menos para mí jaja. Mirá si le dice a la tía que es de otra época? Chaaaaann! Jajajajja como que la que va a repartir escobazos va a ser Mimi. Bueno, espero que todo salga bien.
    Y, finalizando, digo algo: nos estabas acostumbrando a que pasaban las cosas come-uñas, o sea, los momentos de ansiedad infinita, en esa condenada noche del 9A (ay...al fin escribo una fecha asi, el numero y la letra....Bué, me emociono por giladas jaaj) pero ahora no...ahora nos dejaste con la intriga clavada en el pecho, con esa revelación, futura revelación....Esto va a ser pa’ morirse del colapso.
    Y me olvidaba: puedo adoptar a Julie? Es que, mi vida...es muy dulce y está triste...snif, snif....
    Y ahora sí ya me las tomo, ADEUUUUUUUU (leelo como un grito todo afónico de hincha de fútbol jaja)

    ResponderEliminar
  7. P/D1: Imperdonable que me haya olvidado de decirte en el texto principal (ah?) que el capi estuvo fabulósico!!! Como todos, obvio. Siempre tan genia vos, no sé cómo no te cansás de ser genia todo el día.
    P/D2. No more bendiciones, ya tuvo via Facebook, Maharishi sleeps on the impresora.
    P/D3: Sino volvés a subir...Feliz viajeeee!!! (para los curiosos que leen esto: Cris va a a hacer un viaje de LSD)
    P/D4: Recién vi tuis comentarios en el fic del abuelo. Sí, sé lo que es la solitaria, se cura con ajo o comiendo semillas de zapallo.
    P/D5: Soy Isabel. No, no la católica, la madre de María. Alejate de mi hija, es muy peligrosa!
    P/D6: Si me agarra el colapso, ya sabés cómo llegar al hospital.
    P/D7: Ahora sí me voy. Ah no! Me olvidabaaaa! Me gustó la expresión “vivir de la sopa boba”. La voy a usar!
    P/D8: Ahora sí, chauuuu!

    ResponderEliminar
  8. Woow! me encanta tu novela (es GENIAL), soy nueva en esto de escribir historias y me gustaría que si pueden lean la mía http://valerie-lovesme.blogspot.com.ar/
    Besos ♥

    ResponderEliminar

¡Comenta!